viernes, 4 de enero de 2013

Fanfiction: Tres son suficientes.


Hola, Este fue mi fic (oneshot) para concursar en Autores de Tokio Hotel fics, mi reto fue intermedio y abajo dicta lo que me tocó escribir. Me alegra haber tenido la dicha y el tiempo para poder participar, y me parece que todos los fics fueron geniales. Un saludo y nos vemos en notas finales~ ^^

Nota: Los saltos de tiempo son atroces, sin embargo, sabía que no me alcanzaría en 5000 palabras toda la trama que tenía en mente. Espero que sea de su agrado~



Reto: Mentiras generosas pueden salvar vidas, sin embargo, tarde o temprano la verdad sale a la luz.
Rating: M (16+)
Resumen: Billie y Tomie no tienen mucho problema a la hora de mentir, después de todo, esa ha sido una de las supuestas “enseñanza” que se les ha inculcado desde que poseen uso de razón.

Titulo: Tras los años.
Categoría: Femslash.
Autor: Hina.
Pareja: Billie/Tomie
Rating: Rated: M
Género: Drama, romance, tragedia. 

Advertencia: Lenguaje explícito, abuso.
Capítulo: 1.
Finalizado: Sí.
Palabras: 4,887

Tres son suficientes.


La familia Kaulitz había sido constituida por un pequeño grupo de cuatro personas: Jörg y Simone Kaulitz, junto a sus pequeñas gemelas, llamadas Tomie y Billie. Una, mayor que la otra por unos significativos, según Tomie, diez minutos.  La mayor parte de las vacaciones solían viajar a diferentes lugares con lo unidos que eran.
Sin embargo, siempre hubo algo que defraudó sus vínculos familiares aunque todos parecieran relacionarse a la perfección.
Billie, que era  a veces un poco más parlanchina que Tomie, nunca había dudado en contarle todo a esta misma a pesar de la irrefutable confianza y amistad que poseía con sus padres, a quienes a veces prefería omitirle ciertos hechos acaecidos.
Y Tomie, que tampoco dudaba hacerlo, creía que su hermana gozaba de una belleza inigualable, pero no sabía desde cuándo había aprendido a ser acechada por tal sensación, hasta que atribuyó esa emoción como un mero aprecio por su hermana menor. Y que, como ambas eran gemelas, claro que la consideraría tal como hacía.



Una más cariñosa que la otra pero ambas con los cabellos tan rubios y con la posesión de unas refinadas facciones muy idénticas y que, cualquiera tendría que confundirlas por cualquier lugar en el que fuesen anexadas de manos, como era típico entre gemelos.
Sin embargo, ahora con una edad más avanzada las niñas habían dejado de serlo, para traspasar esa etapa y ambas retomar un estilo totalmente distinguido, lo que ayudaba a no confundirlas. En un principio, Simone se había negado rotundamente a que su hija mayor portase esas “sucias rastas”, como las había llamado, aunque al fin y al cabo se rindiese y la dejase pasar dicha rebeldía. Y Billie se había decolorado el cabello para pintarrajearlo de un rojo hasta que pasó de él a un azabache.
Ambas habían franqueado transformaciones que a cualquier le podrían parecer estólidas y de una persona con problemas mentales o algo parecido.
           Esto había empeorado cuando Jörg Kaulitz había muerto debido a una causa que todos habían llegado a asumir e, incluso, presentir, para cuando el día llegase. Era sencillo adivinar el fúnebre futuro que al pobre hombre le esperaba con lo abusivo que era a la hora de una noche de desenfreno.
       Pero su esposo nunca le había contado
nada acerca de sus vicios hasta una vez que se casaron y ella dio por hecho que Jörg no era normal como al principio creía, como un príncipe azul que ella misma había dibujado. Las huidas de casa y la distancia la habían hecho sospechar hasta que pudo comprobarlo ante su atónita vista cuando lo descubrió tomando bebidas alcohólicas sin restricción.
 —La crápula arruina con insensatez su vida— había dicho entre susurro tras susurro Simone a sus hijas, sin remordimientos (o eso aparentaba), aunque con un gesto en el que le temblaba cada facción y que, en antaño, las niñas no supieron descifrar ni a la primera ni a la segunda y mucho menos a la tercera, sobre todo porque apenas habían entendido el vocablo con el que su madre se había especificado de su padre.
La precoz mente de ellas aseveró, muy en el fondo, entender aquellas palabras cuando notaron cómo su progenitor se había vuelto un empedernido al alcohol, al punto en que, sin mencionar una palabra, robaba la mobiliaria del hogar para venderla  a un precio considerable que le fuese suficiente para poder subsistir en su disoluto mundo perdido de los pies de la Tierra, pero todos seguían pretendiendo fingir una mentira insana donde sonreían falsamente.
El caso ascendió cuando, su padre, en medio de una irreversible alcoholización había discutido con Simone de una manera que oscilaría entre todas las violencias habidas y por haber.
Este paso de absoluto indiferencia a sus hijas había dado lugar desde una fecha desperdigada entre las remembranzas de sus cansados sesos. Y a finales de octubre de 1998 (fecha nebulosa y casi dejada atrás) el problema era llanto, jaqueca y malestar.
Tomie junto a su hermana menor, por su lado, perjuraban haber sufrido sucesos y pasajes tórridos de lobreguez, como en la ocasión en la que una perra que tenían  había muerto por motivos de vejez, como también su madre les había explicado de una manera excesivamente comprensible y que, a su vez, no.


Un primo lejano que se había hospedado unos días en su casa lo había tomado como una broma meramente singular, acción que las gemelas habían segregado como una completa ofensa hacia ellas.
 El cuerpo del animal yacía tendido en una orilla de su tumba, despidiendo una pestilencia insoportable e inasequible para cualquier ser humano en su sentido común, perseguido por una maraña de mosquitos hambrientos y un líquido blanquecino y verdusco en su derredor; no obstante, el chico se había acercado y, sin dudar ni un instante, favorecido por un pedazo de madera pútrida entre sus trémulas manos, había picado el ojos del animal con semejante fuerza que una sustancia coagulada y entre viscosa habíase expulsado como una llovizna de fluidos sobre el suelo y un par de cosas, como una pequeña explosión dentro del eje

O como las muchas veces en que una o la otra había escuchado contender a Simone y a Jörg como si en realidad nunca se hubiesen conocido para casarse y procrear a un par de hijas.
—El amor se esfuma en cuanto te das cuenta que no es la personas correcta a la que has elegido para formar tu vida de aquí en adelante—les declaró su madre una vez con un río de lágrimas surcando su faz luego de que su padre hubiese salido por la puerta lateral de la cocina con todo el dinero escondido tras  de su sucia ropa  para no ser pillado; y esa había sido la primera verdad que sentían que su madre les había dicho—,y ni siquiera sé si a eso se le puede llamar amor, pero lo que sí tengo entendido es que ya nada es igual.
―Pero, mamá, no te sientas mal―dijeron a coro ambas niñas.
―No, no me siento mal, pequeñas―mintió con benevolencia, por el bien de todos―, porque las tengo a ustedes dos. Y eso importa.
El último eslabón para que, un tiempo  más tarde las gemelas tuviesen “otro padre”, fue que el trágico hecho del fallecimiento del  marido de Simone les hubiese golpeteado súbitamente y obligado a franquear una exigua etapa de la que poco a poco iba decayendo con una inmensa ayuda de, probablemente, el novio de su madre. Pero lo que no sabían es que todo había sido una máscara muy bien disimulada y elaborada.


«Con el mal tiempo hay que saber y entender lidiar.»
Antes tampoco había un platillo de comida servido a la hora, pero no se desagradaban como ahora sucedía, más que nada porque antes era con su papá. Pero que ahora su madre ocupase la mayor parte de su tiempo en otro hombre que no se trataba de su padre biológico era un enorme problema.
A Billie no le gustaba, pero trataba de mentir con que este hecho no le desagradaba y lo hacía por dos motivos: Uno, para que su madre no enfureciese o se sintiese mal; y dos, porque sabía que podría recibir un doloroso castigo de parte de Simone y ese hombre nuevo en casa. Así que le parecía más cuerdo dejarlo como su madre le había enseñado, hasta pensaba que una mentira era la mejor salido para un solución certera.

Aquel novio que Simone había tenido luego de la muerte del padre de sus gemelas, al dar por hecho que la madre de ambas niñas era viuda, había empezado a formar una distancia que en realidad afectó a esta. No lo soportó pero aparentemente, aprendió a superarlo. A superar que no cualquier hombre desearía estar a su lado teniendo a dos pequeñas  bajo su seno.  
Todas sufrieron.
Esto cambió cuando conoció a aquel hombre, con el que estaba ahora, Derek Kirchner, y del que rápidamente había empezado a caer rendida.

Por otro lado y cuando su madre no se encontraba (porque estaba en una cita con Derek), Billie y Tomie tenían todo el tiempo de la vida para poder estar juntas y sin que su madre diese por hecho lo que estas podrían estar haciendo.

Al principio, no les inquietaba tanto nada de lo que acaecía, incluso, se sentían bastante recuperadas luego de las tragedias que les había tocado vivir. Pero en cuanto empezaron a conocer a su otro “nuevo padre”, las cosas dieron un vuelco.

En realidad, no les había agradado Derek. A ninguna de las dos.

Sin embargo, haciendo un pacto tácito, se prometieron callar. Y otra vez estaban mintiendo con la idea de que así las cosas podrían avanzar de manera normal y sin más problemas.

―Y bien, ¿qué les ha parecido Derek?―quiso saber la mujer un día en el que ella estaba completamente sola con sus hijas, apunto de cenar amenamente y con la idea de armar pláticas que tenían que ver con un fututo muy cercano. Y muy feliz, por cierto.

Esa pregunta no tenía respuesta, porque sabían que sería muy difícil de “alterar la verdad” con un gesto de disgusto en sus facciones, por lo cual un silencio se propició en la sala comedor, y en vista de que esto podría perjudicar, Tomie empezó a hablar con una mínima valentía:

―Nos ha parecido que es una buena persona―sus palabras eran casi un susurro, apenas escondiendo la exactitud de su sentir,  con temor a ser descubiertas. Por lo que más quisieran, no tenían otra opción que engañar a mamá para no lastimarla y ese, era el mejor y único camino, según su enseñanza durante los pocos años de su vida.

―Me alegra, querida―sonrió como si el ambiente fuese totalmente normal o quizá para ella lo era―. Y a ti, Billie, ¿qué te ha parecido?

La gemela menor insistía en permanecer en silencio, cosa que hizo hasta que no pudo más contra todo la vorágine mental y se retiró de esa incómoda cena para correr a su habitación, apabullada de hacer sentir mal a su persona más especial (aparte de Tomie): mamá.

La mirada de Simone se cruzó con la de su hija mayor, inquiriéndole a través de ella, qué era lo que había dicho mal o si le sucedía algo malo a su adorable niña.

―Se ha sentido con un malestar desde la mañana, así me lo ha dicho ahora, más temprano―encontró una excusa bastante accesible con la que liberarse de esos tentáculos imaginarios que sentía que la atacaban cuando su madre la contemplaba de tal forma, como con pena, con duda, con tristeza…

Y luego, viendo cómo su segunda hija se incorporaba de su asiento y se dirigía a la habitación de su hermana, no le quedó otra opción que aferrarse a la mentira de encontrarse feliz,  vacía pero lleno de soledad, aun con el bocado suspendido en el aire y reflexionando si había actuado de una manera que a Billie no le pudo haber agradado, pero no llegó a ninguna conclusión. Era demasiado inocente.


En la habitación, Tomie dio un severo portazo, sulfurada por lo anterior sucedido:

―Billie, ¿qué ha pasado?―trató de modular su voz lo más posible, alzando las manos a modo de queja―. ¿Por qué has dejado a mamá de esa manera?

―¡Me preguntas por qué cuando sabes la respuesta!―exclamó, alterada y echándose en la cama a la vez―. No puedo mentir a tal nivel, sería como…como mentirte a ti, ¿qué me dices tú de eso?

―Ya le has mentido otras veces a mamá.

―Pero esas han sido otras mentiras.

―¿Otras mentiras? Las mentiras son mentiras.

―¿Qué ganas con gritarme de esa manera?―La contraatacó  al borde del llanto, no sabiendo qué responder ante lo que había dicho su gemela―. De todos modos, nunca le diría a mamá algo que a ella pueda entristecerla cuando su alegría es muy notoria. Ella estará con Derek, nos agrade a o no. 

A Tomie el llanto también le ganó cuando se decía a sí misma que no se permitiría vencer. Ante esto, fue cuando se dirigió a su hermana, la vio desde su posición por un momento y se sentó para abrazarla y consolarla, regalándole besos mimosos en la base del rostro e incluso en sus dulces labios rosáceos, los cuales había saboreado unas cuantas veces. Esas cosas eran un secreto que nadie tenía porqué saber.

Porque Tomie sentía lo mismo que su hermana cuando su madre le anunció aquello, pero lo que sucedía, es que no había querido permitir dejar abordarse por tal sentimiento, más que nada por sentirse valerosa ante todo caso.



En el pronto vacío de la casa, Billie y Tomie veían una película mientras Simone no cesaba de aconsejarlas acerca de cómo debían comportarse ante situaciones parecidas cuando su ausencia fuese absoluta por cualquier motivo. Las gemelas asentían al compás de sus órdenes, las de siempre. Mamá era buena, el único defecto que tenía, era ese Derek en su(s) vidas.

Se sentía bien poder estar un momento a solas, cavilando cómo las cosas habían empezado a cambiar de la noche a la mañana, en un pestañeo. Como nada.

Tras haberse retirado, no sin antes haberles dejado un beso a cada una, se fue con un vestido de gala y sus hijas deseándole una gran noche. Billie y Tomie se habían quedado en pijamas, preparadas para lo que pudiese venir.

Se veían incesantemente a los ojos, guarecidos en ellos un íntimo secreto  que podría desatar cualquier cosa menos una situación de felicidad, pero poco llegó a importarles.



Eso sucedía hace mucho, hace tanto tiempo que la cabeza les daba una vuelta incesable, dejando hecho todo trizas intrínsecamente.

La mudanza tan repentina les había venido como un golpazo pasmoso y horrendo. No por el hecho de cambiar de la nada, sino porque Derek tendría que estar en ellas, dejando un túmulo de recuerdos de su infancia en aquella casa, tanto malos como buenos.

Antes, Billie y Tomie poseía libertad, cosa que ahora parecía habérseles arrancado ante las cosechadas permutaciones que habíanse sembrado con la ida de Jörg.

Aquella noche había sido una de las últimas en las que las niñas habían podido vivir en tranquilidad. Ni siquiera se sentían en casa, a excepción de las ocasiones en que podían estar juntas, esa era la última esperanza.

El horario en sus vidas también se había distorsionado. No comían en conjunto, sino cuando no se encontraba ese hombre extraño.
Aun no podían creer que mamá haya dejado entrar a alguien externo y casi desconocido, solo luego de unas dos que tres citas en las que decían saber al dedillo la vida de cada quien.

―Amor, ¿te has dado cuenta cómo esas niñas se observan?―dijo Derek a Simone cuando Tomie y Billie jugaban en el jardín―.Para mí que algo están tramando.
Simone volteó el rostro, viendo a su “esposo” con indignación. ―Son unas niñas. ¿Qué podrían estar tramando?
―¿El qué? Simone, Billie y Tomie no son las niñas más educadas―dejó escapar una risa como si se burlase de lo mal que había criado a ese par de “engendros”.
La mujer no respondió, exhausta de las falsas acusaciones de Derek contra sus hijas. Claro que ellas no podrían haber tenido padre, cosa que pudo haberles perjudicado en su crecimiento y comportar, pero no es que fuesen unos demonios encarnados. Para ella, simplemente eran sus bebés.

Un día, Simone había salido a hacer las compras mensuales, dejando a cargo a Billie y Tomie con Derek, quien lo único de lo que se encargaba era de darles duras reprimendas por la más baladí razón, cuando en realidad solo tenía que velar por el bienestar de ambas.
―¿Por qué mierda han entrado a mi habitación sin mi debido permiso?―Su acusación estaba plagada de furia y parecía ser más bien una afirmación que una pregunta, con un marcado tono de voz que a veces las pequeñas temían.
―No hemos entrado.
―No quiero saber sus respuestas, pero si las vuelvo a ver husmear mis cosas juro que recibirán el castigo que tanto se buscan―hizo una pausa y prosiguió―: Mierda, aquí uno no puede vivir en paz.
Asustadas de que fuese cierto (porque otras veces ya las había lastimado física y verbalmente), retrocedieron y corrieron a sus habitaciones. Ese hombre había invadido sus vidas, arruinado, destruido y lanzado a un abismal pozo sin salida.
En la mayoría de veces, Billie era un poco más sentimental que Tomie, pero esta vez la de rastas fue la primera en caer para ser consolada por su hermana menor. Como no había nadie que las vigilara, apenas ayudadas por sus menguadas fuerzas fueron a su cama, protegiéndose mutuamente como siempre hacían. Y así durmieron toda la noche.
Derek no era nada.

Mamá les había comprando un pequeño perro a las chicas. Lo apreciaban y mimaban mucho, tal cual miembro de la familia, a excepción de ese Derek.
―Ah, les ha gustado ¿no?
Sí, ellas lo amaban tanto; empero, Derek era un ogro con los animales. No soportaba ver a su nueva mascota por todas partes, con sus bolas de pelo de aquí allá.
 Al tiempo, supieron que ya no regresaría ya que Derek se había encargado de ese asqueroso animal y había ajustado las cosas, de manera que si las gemelas sacaban a la luz la muerte de su mascota, se las verían con él.
En fin, “papá” no resistía nada. Ni cuando Tomie tuvo un “novio” con el que terminó porque él se encolerizó al punto de dar gritos por toda la casa, diciéndole que su hija no servía más que para esas estupideces. Solo hacía falta que Billie fuera la que le prosiguiese.
Los problemas para un tiempo después fueron devastadores. Billie y Tomie no se dirigieron la palabra por más de un mes ya que ellas habían formando una relación en la que prometían que ese lazo sería perenne y solo ellas dos existirían en medio de ello.
Simone y Derek tampoco se hablaron, mientras ella  tuvo que hospedarse a casa de su madre, llevándose a sus gemelas consigo. ¿Cómo las dejaría con ese hombre?
Tampoco era capaz de comprender cómo es que de un día a otro sus hijas habían formado una distancia atroz luego de anteriormente escudarse a capa y espada.
Pero al menos lo que había logrado entender era que a su Tomie le hacía falta una figura paterna, conclusión que sus amigas le habían hecho ver gracias a que su hija se apegaba más con un niño que con una niña, y Billie fuese su única amiga.
Tomie solo quería un verdadero padre.
Eso era doloroso para Simone.


―No entiendo cómo pude confiar en ti―declaró una decepcionada Billie, sollozando que su hermana estuviese con otra persona cuando ella la amaba hasta la muerte―. Yo…creí que éramos algo más.

―Billie, perdóname―expresó lo primero que se le ocurrió. Se encontraba terrible e irreversiblemente arrepentida.

Se acercó a la gemela menor, tratando de abrazarla por espalda burdamente, porque esquivándola, empezó a escupirle lo mal que se encontraba de la cabeza cuando ella daría su vida por alguien a quien adoraba, recibiendo nada más dolor de su parte.

―¿Cómo pudiste? Eres una falsa, Tomie―intentó darle un golpe en el pecho, sintiéndose verdaderamente enfermiza―.Prometimos nunca lastimarnos de semejante forma. Yo siempre lo dije y tú rompiste todo eso. Nunca te he mentido, en realidad, creo que a ti es al único ser que nunca he podido hacerle tal cosa.

―No, Billie, no quiero que esto quede así, por favor―no se rindió en remendar sus errores, con el corazón a punto de explotarle por todas lo que su hermana le restregaba en la cara―. Me duele ¿sabes?

―Eso debiste haberlo pensado cuando le dijiste sí a ese chico―atacó con lágrimas en su rostro de porcelana―. Muchos chicos me han pedido ser algo más que amigos, y lo admito, más de alguno me ha gustado; pero yo sé que estoy contigo, que no puedo engañarte ni permitir que alguien más entre a nuestras vidas, porque te amo, Tomie, te amo.



Con los años, las gemelas sabían que entre ellas no podría haber nada e imitaban la relación de sus padres, Jörg y Simone.

La definían como débil y que no traía ningún bien.

Aparte de ello, Billie ya no era la misma. Se había transformado en toda una señorita, al igual que Tomie. Sin embargo, Billie era más proporcional que su gemela. Sus caderas y cintura curvadas, sus pechos que habían crecido considerablemente lo decían claramente.

Incluso, Tomie no soportaba cómo el mundo la contemplaba,  y no por envidia, sino porque daba por hecho que Derek veía a su “hija” con otra mirada. Simone también había envejecido y sus hijas crecido, dejando de ser simples niñas.

Sus padres no eran los mismos, y Derek espiaba a su gemela.

Tampoco podía pensar que era inhumando, cuando ella siendo su hermana de sangre, había tenido algo más que eso.

Lo que sucedía es que Derek era sucio y malo, porque veía a Billie con ojos de lujuria cuando algún día la trató de una mocosa inservible.

Sabían que él no era su padre, lo que le daba otra pauta para desconfiar de alguien como él y que nunca les deseó un bien. Entonces Tomie recordó las palizas, reprimendas, flagelos y humillación por ese hombre.

Su madre otorgándole la razón injustamente...

No merecía nada que no fuese la muerte.

El odio que había crecido en su ser, era irrefutable y tenía que acabar con él.


 Más allá de una sensación de celos, era la necesidad de protegerla.

 De un tiempo para la actualidad, ese hombre daba muchos cumplidos a su hermana; demasiado coquetos. Y claro, Simone lo atribuía a una buena aceptación de él para con su hija.

Se sentía completamente maravillada con ello, sin embargo, Tomie pensaba todo lo contrario. ¿Acaso su mamá no comprendía lo que estaba sucediendo? Estaba destruyendo su propio hogar a base de una vida de mentiras, injusticias y cómo pudiese llamársele a esa relación que sostenía con Derek.


Para Tomie, la reacción de ella era ridícula, bastante estúpida al dejarse mangonear por Dereck.

—Seguro le dio toloache o alguna porquería—susurró para sí misma, observándolo desde un extremo del sofá. Mientras él miraba televisión con nada de atención, pues sus ojos estaban fijos sobre la persona de su hermana, quien estaba ocupada en la mesa.


Pero Billie se mantenía observando el árbol de Navidad instalado la noche pasada, ya que la fecha estaba a la vuelta de la esquina y su “padre” apenas había aceptado la sugerencia de agregar un significativo adorno para la fecha. «Navidad, Navidad…», pensó Billie a sabiendas de que alguna vez le pareció un hermoso día para compartir y celebrar, reunidos en familia y no con alguien como Derek.

Antes le encantaba pavonearse e incluso adornarse con moños a ella misma. Pero ahora se reservaba, no era lo mismo. Y precisamente por eso, solo se dedicaba a observar. Pareciera su único deleite.

En un desconcierto, la mayor de las gemelas se sintió incómoda y enojada.
Simone se preparaba para salir cuando ella le rozó el costado yendo a su habitación.

A Simone no le pareció tan extraño, de por sí Tomie tendía a ser algo distante últimamente. Así que no le dio tanta importancia y solo anunció a su novio que saldría tras darle un beso en la mejilla.
—Sí, sí. —Batió él su mano en el aire, sin atención alguna a la mujer.




El lazo familiar languidecía con más pronta rapidez, hasta el grado de empezar una amena plática para terminar con un altercado sin salida. Luego, el ciclo se repetía. Simone a casa de su madre acompañada de sus gemelas. Derek, como un hombre sin oficio ni beneficio, tendido la mayor parte del tiempo en la televisión o cualquier acción que realmente no traía nada productivo.

Pero esta vez fue diferente. Simone no estaba y a Tomie le enfermaba las neuronas seguir atendiendo la asquerosa escena de ese hombre. Lo odiaba tanto que juraría que no importaba cuán difícil fuese, su vida acabaría en manos de ella.

Billie ya le había contando en más de alguna ocasión que de su agrado no era tampoco, no obstante, trataba por todos los medios de soportarlo y a veces hacerle la ley del hielo. Sabía que Tomie admiraba ese corazón que se expandía para todos, aun cuando le estuviesen haciendo la vida imposible.


Billie también le contó un día algo que hasta la fecha no podía olvidar y que solo ellas sabían, pero que mamá nunca sabría.


 Esa vez no fue el mismo patrón. Billie sintió un mal presentimiento persiguiéndole las espaldas con insistencia, sin cesar. Un aire frío tras de su clavícula, un plan de escape sin rumbo en su mente incluido. Tuvo la necesidad de contar cuánta vez fuese posible para remediar el problema a pesar de no surtir efecto dentro de los siguientes quince minutos.

Se cambió de posición y cuando estaba por incorporarse, Derek la llamó con su voz profunda e insensible, a la que siempre le temió.

Se paralizó de cuerpo entero y no pudo evitar pronunciar unas palabras a modo de pretexto, y otra vez, evasivo, Derek le envió una negativa a través de sus ojos embriagados. En cuanto escuchó ese “no” provenir de su boca, no pudo evitar sentir la necesidad de estar al lado de alguien que la protegiese.

Y en el momento que quiso gritar “Tomie”, se advirtió que no, que no iba a inmiscuir a su hermana en un plan tan macabro. No tenía sentido después de todo, quizá su Tomie estuviese encerrada en su habitación, escuchando música hip-hop a todo volumen y con la rabia consumiéndola como solía suceder ahora.

Cerró los ojos fuertemente y volvió a escuchar el mandato de Derek:―Ven, Billie, acércate y veamos un poco de televisión―sonó inocente y como un padre verdadero, que nunca le haría nada a su hija. Aunque al ver el temor impregnado en su faz, no se dijo no a gruñirle y mofarse de su ridiculez―: Oh, no temas, querida que yo no como. ¿Acaso le temes a alguien como yo?

Un silencio indómito, según Derek, se apoderó de la sala.

A pesar de ello, Billie fue, caminando con deliberada lentitud y su cuerpo temblequeando de terror. ¿Cuándo empezó ese juego de parte de Derek? ¿Cuándo le sintió más terror que no fuera ahora? No lo sabía aun cuando se ponía a pensar que ellas mismas le habían dado paso.

Quizá Derek ya no amaba a su esposa. ¡Qué candor!

El hombre estuvo feliz hasta cuando Billie llegó a su posición, sonriendo complacido de tener a sus pies a la pequeña niña. Su belleza era inigualable y la lujuria le hacía emerger su poco sentido común. La timidez y la inseguridad plasmada en cada parte de su ser le excitó como nunca antes.

Billie se sumergió en algún pasaje de su vida que le regalara memorias inolvidables.

A su padre sin parar de abrazarlas y mimarlas. De cuando Simone le contó con sumo detalle lo bueno que era su padre aunque no estuviera en sus cabales, siempre anteponiéndolas a ellas. Sus hijas al cine, sus hijas al zoológico, sus hijas a un paseo, sus hijas en Navidad (y todas las fechas alusivas), sus hijas menos a un campamento (porque no las perdería por un descuido), pero sí a todo lo que le pidiesen y no a un novio.

¡Qué bueno era ese hombrecito que ya casi le parecía un diminuto manchón en su cabeza!

Sus hijas eran ellas y nadie las podía tocar.

Cuando sintió la mano grasienta recorrer desde su rodillas y casi traspasando la frontera de sus muslos, se vio a sí misma en un callejón bañado en oscuridad y pletórico de malditos recuerdos que la aplastaban, dejándola echa insignificantes fragmentos de su anterior yo. Le revolvía las entrañas y las nauseas eran flagelo en medio de la nada.

Un millón de horribles sensaciones se arremolinaba en su corazón, que le palpitaba y le daba la impresión que sería extirpado.

¿Qué mal le hizo al mundo para pagar de una forma tan cruel?

Al menos sabía que algún día su padre la amo tanto, y todavía la resguardaba Simone y su querida Tomie. Ellas no la defraudarían.

Derek se removió al escuchar un ruido en dirección a las escaleras, y desistió de tocar a la hija de su esposa, maldiciendo el ser tan estúpido, viendo cómo la tensión liberaba a la chica.

Vio a Tomie bajar con una mirada anonadada instalada, lo cual hizo sospechar a Derek si lo había pillado manos en la masa abusando de su gemela. Sin embargo, fue un alivio y un suspiro saber que Billie solo se alzó con sus mermadas energías y corrió a Tomie, casi echándosele encima para abrazarla.

Recordó cómo su gemela menor le había dicho que solo esperaba que al día siguiente pudiese levantarse cuando un manto oscuro cubriera el cielo de nubarrones negros y de pequeñas chispas que daban la pauta de una Navidad feliz, con papá, mamá y Tomie; pero muy en el fondo, sabía que eso en realidad no podría ser posible. Su vida se veía truncada y con pocas opciones nada convencionales.

Esa no era una familia, esa no era una Navidad, y ese no era papá. No, no estando Derek en ellas. Ni ahora ni nunca.


—Fin—



Notas finales del capítulo:
Esto fue un reto y éste mi oneshot participante como les dije al principio. 
Elegí este tema porque en realidad me pareció interesante. 
He visto muchos casos de familias que viven de tal forma y a veces a mí
me da terror poder experimentar una situación parecida ya que, como 
comenté en FB, mi padre, aunque me dé algo al confesarlo, padece de 
alcoholización y no es algo alegre de conllevar. 
Gracias a Dios, porque
con él todo se puede, las cosas mejoran y...no sé qué más decir, solo 
agregar que, de alguna manera, espero que les haya gustado y
se encuentren bien al lado de sus seres más allegados, disfrutando de este
año nuevo el cual espero que se la pasen muy bien, colmados de 
bendiciones y mucho éxito~
Un abrazo y un beso. 


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