sábado, 26 de enero de 2013

Medios hermanos~Capítulo uno.


Hola, solo quería dejar este fic que escribí hace tanto pero nunca lo subía porque sentía que le hacía falta algo, todavía no lo termino de escribir pero en mi cabeza hay muchas ideas. Espero que pueda gustarles~ 


Resumen: "A veces, hay cosas que nos hacen ver cuán ofensivos podemos llegar a ser para con nuestro entorno". No sabría decir si todo es debido a la pérdida de un padre o que su madre tenga más cariño con su hijo menor, su medio hermano; pero no lo puede soportar. 
Tom no lo soporta.
Titulo: Medios hermanos.  
Categoría: Slash.
Autor: Hina. 
Pareja principal: Bill-Tom.
Personajes: Simone, Bill, Tom,
Rating: Rated: M
Advertencias: Shota, incesto, lime.
Género: Drama, romance, AU
Capítulo: (?)
Finalizado: No.



Capítulo I
Negaciones.

—¡Ya basta, Tom! ¡Ya basta! ¡No te atrevas a decirlo de nuevo!

Cuando la paciencia se esfumó subitáneamente de cada uno de los miembros de la familia Kaulitz luego de una cena en fúnebre mutismo, detonaron en proferidos gritos de opulenta violencia y ofensas explícitas sin ninguna restricción.

Sus voces a niveles descomunales, sus cuerpos hiperventilando. Temblaba de furia y cerraban apenas la mandíbula, dando la impresión que se rompería toda clase de lazos familiares. En pocas palabras, un hecho que nada bueno presagiaba.
Era ya incontable el número de veces que había riña entre ellos.

—¡Es verdad! ¿Por qué te niegas, Simone?—reclamó  a aullidos  entrecortados adheridos de sollozos, sobre todo por  la furia que le confería el momento inaudito—. Tú siempre lo haces, ¡proteges y escudas tus acciones con una serie de casualidades que no tienen sentido!…Pero yo…Yo te importo nada…

— ¿Cómo puedes decir eso?—exigió saber Simone, apabullada y, de pronto, con un acceso de condescendencia y culpabilidad mezclada que le hizo ver vulnerable. Por un momento, pudo jurar que se lanzaría al suelo, donde se echaría a llorar sin más.


Furibundo, expiró mientras se preparaba para decirle cuán mal le hacía sentir que ella fuese tan indiferente con él pero, en vez de ello, solo salían palabras farfulladas e inteligibles:
—A ti no te importa mis pensamientos. A ti no te importa lo que yo diga. A ti nunca te importa si estoy bien o mal. A ti, a ti ni siquiera te da el deseo de revisar si voy por el mejor camino en mis cosas, mis estudios….Nunca ves nada de lo que yo hago, solo se trata de Bill.

Tom recordó tristemente la última vez que él, con semejante entusiasmo le demostraba su prueba de Matemáticas, donde había resultado con una nota promedio bastante alta y de loar y que, sin embargo, su madre sólo la observó durante unos efímeros segundos sin inmutarse y luego no hubo respuesta al respecto. Solo se había largado diciéndole “Bien”.  Ese mismo día se preguntó: ¿cuáles eran las razones para anotar un diez en sus exámenes si no recibía nada?
«No hay ningún motivo.»

 Pero cuando de problemas se trataba, ni siquiera en un espacio de cinco minutos él ya estaba siendo incriminado de ser autor de cada una de las revoluciones de ese lugar escabroso, según su madre. Era castigado, y si las cosas se salían de sus cabales, era castigado de una manera que no resistía sin ninguna especie de contemplación. Y otro regaño más ya no tendría cupo en su exacerbada paciencia. No, no, no.

—No digas eso, hijo—ella se tocó el corazón repentinamente constreñido, pintando su rostro de una mueca indescriptible.

A él no le supo bien la palabra “hijo” combinada con todo aquello, y se preguntó por qué tenía que pasar estos momentos.

—Tu hermano está pequeño.

—Siempre dices lo mismo, que él está pequeño. Eso no quita nada, no eres justa.

Tom se cruzó de brazos, enfurruñado y al borde de un insuperable llanto. A estas alturas le era insoportable que su madre le dijera eso como si nada sucediera. Le taladraba tanto desde el interior que sentía un dolor instalándose en la boca de su estómago, generado gracias a aquellos deseos de llorar y expulsar cada palabra con furor. Cada verdad.

—No seas inmaduro, Tom. Ya te lo dije, no entiendo por qué eres así, por qué te comportas con tu madre de esa manera, con tu hermano.

A pesar de esa voz que empleaba en momentos similares, las ponzoñas de su madre que se replegaban en su pecho parecían extenderse, desde la primera a la última; todas estaban, de manera sorprendente, grabadas en alguna parte de su cerebro. Y ahora, más que nada se sentía excluido de su propia familia, de todo aquello que le conformaba en una sociedad y, por sobre todo, aplastado y sin el mínimo hálito de vida. En un vano intento por calmar una segura pataleta, Tom agachó su cabeza, rindiéndose y desplomándose con esta dura realidad que sufría.

—Bill no es mi hermano. No, no lo es—susurró el niño, aunque suave dictaminado, muy verdadero, logrando un efecto duro en su madre, quien prorrumpió en suaves sollozos en segundos.
Ella poseía un límite.

Cuando menos lo percibió, un calor rojizo se coloreó en su rostro dando paso a un escozor horrido, gracias a aquella mano pétrea que se había estampado de una buena vez por todas en su faz. La marca empezó a ceñirse con presteza y sin ninguna dificultad, así como más ardor se hospedaba en la zona afectada.
Esta vez, Tom no se contuvo en el llanto, era de menos.

Ser madre soltera de dos criaturas no era un reto asequible de conllevar o asumir; no obstante, ella comprendía que Tom era mayor que su hermano, por lo tanto, no debería de actuar con tan absurdo e iracundo proceder. Y por eso mismo se había encargado de callar a su hijo con auténticos golpes, como muchas veces resolvía y luego se maldecía por no saber controlarlos.

Por otro lado, nadie se había dado cuenta si realmente alguien más les vigilaba que no fuera ellos mismos y sus almas, puesto que tras de la pared, donde se encontraban las escaleras a la segunda planta se sentaba Bill contemplando y escuchando cada palabra que el quedarse despierto a hurtadillas le había concedido.

 Su corazón latía rápido y unas lágrimas surcaban su rostro. Claro que había entendido con el raciocinio suficiente como para que cada una de las palabras de su hermano le entraran en la cabeza; pero no quería ceder a “entender” a la vez.

En un principio, su única salvación había sido taparse los oídos pero un algo había movido su alma para atender a la escena.

Y ahora, no sabía qué decir, a cada momento que transcurría procesaba todo lo que sus oídos se habían prestado a presenciar.

Cuando el menor escuchó que unos pasos fuertes se acercaban se alzó sobre de sí habilidosamente, y aun lacrimoso corrió intentando  no hacer ruido pero fallando en el intento. Tom había logrado ver-además de escuchar- la sombra agazapada cómo escapaba de él.
A pesar de ello, no le interesó mucho, su lloriqueo no se lo permitía. Solo le podía poner atención a aquellos temblores que era víctima.

Otra figura materna era la que vislumbraba ahora de ella-dejando la perfectamente reluciente que siempre admiró a la edad de Bill-y repitió la acción de las zancadas contra los peldaños como si éstos tuvieran una culpa o qué sabía él. Mientras tanto, cruzaba los dedos para no encontrase con algo que le horrorizara más en su habitación como sucedía con frecuencia.

Cuando dio el último paso, y tenía la puerta de su habitación estampada de diversos pósteres delante de él, dudó unos segundos en abrir. Apretujó sus labios bajo la dentadura blanquecina respirando para calmar el dolor. Debía de girar el pomo y nada más. ¡Ya!

Finalmente, no se debatió. Respiró hondo y cerró los ojos con lentitud por un tiempo, de modo que el enojo se fuese. Se dirigió a su escritorio para realizar su tarea, cosa que no fue posible hasta pasadas las diez de la noche, con la consecuencia de que todo quedó a medias.


Luego de casi un mes y de aquel momento nada satisfactorio Tom no había vuelto a dirigirle tan solo una palabra a ninguno de los dos miembros de su familia (más que solo por asuntos de "suma importancia): Simone y Bill. Y su madre tampoco se había dignado a pedirle una simple disculpa, o una simple reconciliación. Absolutamente nada. Solo Bill se acercaba e intentaba jugar con él o decirle que lo quería tanto porque era su hermano mayor. Su lindo hermano mayor a pesar de todo.

Sin embargo, aun así eso era lo que hacía sentir peor a Tom, pues él imaginó que luego todo pasaría tal como su enojo había hecho aquel día. Odiaba que su hermano le dijese aquello porque tampoco era su hermano del todo, nada más de parte de mamá. Sus padres eran diferentes y ambos habían desaparecido de la faz de la Tierra hace tanto tiempo que no veía a ninguno de los dos, quizá un año o más.

—Yo creí que mamá me pediría disculpas, que…que todo pasaría—le dijo a Adel con voz sofocada y agolpada por una serie de sentimientos contradictorios—…creí que, pues. Me diría que ya no quería seguir así—ella asintió compasivamente.

Adel, era su novia que poseía una forma de ser demasiado tranquila, de buen corazón, hasta donde Tom tenía entendido y siempre entregándole el sumo apoyo que a veces ameritaba su pareja. La había conocido hace más de un año en la escuela, pero su madre ni siquiera se había percatado de este hecho ni mucho menos que Tom ya empezaba a ser calado fuertemente por el interés a los seres de su sexo opuesto.

—Ya verás que lo hará, mi amor. Todo pasará—repartió una caricia y habló tranquilizadoramente.

—Es que no lo creo. No.

—Pero, ¿qué dices? Es tu madre, no creo que ella sea tan desconsiderada.

—No la conoces realmente—rió sardónicamente, recordando su desfachatez para hasta la nimiedad menor—. A ella solo le importa Bill.

—Oh Tom, no te pongas así, ¿sabes? —Le pidió la chica, mientras se acercaba para  apoyarse y  verle directamente a los ojos—, él es tu hermanito, y no creo que lo haga con intención. ¿Y quieres que te diga otra cosa?—La vista refulgente le hizo ceder—. Yo creo que tu hermano te admira, y te admira mucho. No he tenido la oportunidad de verlo siempre porque está fuera, pero…sí, sí, yo lo sé. Porque los hermanos menores admiran a sus hermanos mayores.

El aludido la vio por el rabillo de ojo, ignorando por completo sus palabras, sin dejar de sentir las manos de ella sobre las suyas. Hablaba “la voz de la experiencia”, la que tenía dos hermanos menores, a sus padres unidos y una gran vida por delante. Por lo menos así lo veía Tom, que como siguiese así, su vida se iría a la calle.

—Es mi hermano, sí, aunque es cada día más insoportable. Mamá prácticamente no me ha dejado ni verlo, y ni yo quiero hacerlo por momentos. Me enfurece.

—Te comprendo, cariño—asintió—. Pero ya verás cómo todo mejora. Tu hermano es tu hermano.
«No, no comprendes nada», gruñó el mayor para sus adentros, demasiado enfurecido como para comprender que su novia era demasiado amable cuando él solo le gruñía como respuesta.

—¿Y sabes? Por eso, quiero que la otra semana, para ser más específica, el sábado por la tarde, salgamos de paseo, tú, yo…Y nadie más para que olvides todo. Eso te aliviará. —De parte de Tom no hubo respuesta.

Tocada por el pesar de su Tom, no lo podía dejar pasar y esa idea se le había ocurrido de un momento a otro, mientras esperaba una respuesta de parte de éste.

Su gemelo podría ser bastante molesto, sobre todo desde la ida de su padre, aquel día cubierto de una nebulosa capa de tristeza, era casi ya un recuerdo borroso, pero eso no era motivo para dejar ir todo por lo borda del olvido. Aún había algo en su mar de remembranzas.

Bill era fastidioso, tonto, chillante, metido, consentido y que, cada cosa mala que le sucedía andaba gritando a los cuatro vientos quién había sido el causante. Todo un enjambre de problemas, con nombre y apellido.

—Grr…Niño tonto—tuvo que protestar, cerrando los ojos, perdido en su mundo.

—¿Qué dices, Tomi?—repitió en vista de que no había respuesta.

—Nada, nada—movió las manos de arriba abajo, como quien dice: no es de tu incumbencia.

Volviendo a sus recuerdos inapetentemente, hizo una lista de cada uno de ellos.
Cuando su hermano, cada que quería, procedía a corretear a su madre para empezar a chillar y otra queja más a las anteriores: «mi hermano no ha hecho la tarea, él no la hace nunca, mami», «mamá, mamá, él me está pegando», «no, no, no quiero eso. Quiero lo que come mi hermano», «le diré a mamá…», «ah, ah, juega conmigo, Tomi, juega…»

 Tom rechinó los dientes exasperado ante toda aquella hilera de pensamientos poco o, más bien, nada complacientes.

—¿Y bien?—lo sacó inevitablemente de sus pensamientos la chica.

—¿Y bien, bien de qué?

—Te dije que si saldríamos el sábado por la tarde.

Tom procesó las palabras durante un momento.

—Está bien—resolvió sin darle más giros al punto.

La joven, por un pequeño momento, actuó tal cual resorte saltando de un lado a otro y dando algunos aplausos de alegría.

—Ya verás cómo te gusta, Tomi—empezó nuevamente—. Entonces, el sábado por la tarde. Sin falta.
Tom se perdió en las palabras de la chica, puesto que su mente parecía nublada por los pensamientos de Bill. Desde el primer hasta el último recuerdo.

Los días malos, los buenos e incluso cada uno. Si bien era cierto que no podía soportar a su hermano de cualquier forma y siempre hacía una mueca a la hora de verlo, también había un lado que lo apreciaba. 
No sabía explicarlo, pero así era.

Sobre todo aquel día en el que se vio obligado a defenderlo de los amigos que, supuestamente tenía ya que todos habían querido echarlo de su propia casa por ser tan estúpido y molesto. De hecho, se enojó con ellos hasta altas fechas y, en el instante quiso deshacer sus caras con demoledores golpes hasta que no se pudiese reconocer su auténtica forma.

Con los ánimos por el suelo, Tom llegó a casa. No se detuvo a revisar la sala ni ninguna otra zona, sólo tomó rumbo a su habitación, y ahí se encontró con su hermano, que se encontraba inerte y como si desde hace un buen momento le esperase.

—Quítate. —Tom rechinó los dientes y se puso más serio de lo normal al hablar, halando al hermano menor de su hombro derecho con brusquedad para apartarlo de su pasada.

—Tomi…

—Que te quites, estoy molesto. Y no me llames Tomi—hizo una mueca.

—Lo siento—sollozó exánimemente el niño.

Tom lanzó otro gruñido y sin poder evitarlo zarandeó al menor para lanzarlo de un lado, aburrido de sus parloteos hasta que lo logró satisfactoriamente, viéndole desde su posición furibundamente.

—Si le dices a mamá, ya verás. —Aquellas palabras se las decía, porque ya con tantos años había aprendido a conocerlo de hito a hito y sabía que a lo que se atenía era a un posible regaño por ser tan cruel con Bill.  

En un pestañeo y de un portazo cerró la puerta y nadie pudo hacerlo salir de su especie de campo durante el último día y casi la mitad del otro, en los cuales nadie supo con certeza qué fue lo que hizo solo en su habitación.

Y no que alguien le importase. Simone realmente estaba siempre sometida en otros asuntos para ella más importantes o al menos eso creía Tom. Era una mujer trabajadora (prácticamente encargada de ambos papeles: madre-padre) y requería de tiempo para lo que hacía.

Cuando Tom  por fin  decidió  salir ya casi el manto de la noche cubría los cielos de manera sutil. En medio de la penumbra se dirigió a la sala donde tomó asiento y se deleitó con un programa de televisión transmitido a esas horas de la noche.

Al parecer, nadie más lo acompañaba en esos momentos en todos los alrededores, así que no fue hasta que el sonido de un motor que ronroneaba audiblemente se aposentó en el jardín delantero, que Tom salió a ver qué sucedía: vio a su madre y a Bill saliendo del auto, bolsas de compras en manos y sonrisas cómplices.
Eso significó los días restantes más de la tan mencionada “ley del hielo” que Tom aplicó contra ellos dos sin razón aparente,  aunque era notorio los celos que le carcomían más de lo normal.

El fin de semana llegó y consigo la  esperada cita, por lo que él no tuvo otra opción que estar puntual fuera de la casa de ella sin habérselo anunciado a su madre, tal como los días en los que se mantuvo en su cuarto le había dicho. Con un  vestuario tenue y con colores llamativos aunque suaves que la hacían ver reluciente, Adel caminaba hacia él.  

Lo que menos se esperaba es que un parque fuese el sitio de paseo, solo a conversar y a discrepar sobre el tema de su hermano menor, mientras ella le aseguraba que era un pequeño niño y de nada tenía culpa, hasta que al final fue capaz de atender a sus palabras, asintiendo con brevedad.
No obstante, sus cavilaciones habían calculado deficientemente, porque sabía que Bill volvería con sus molestas y absurdas acciones para enfurecerlo.
Luego de un beso y un adiós, Tom se largó. 


Continuará...


Sé que será un fic un poco triste pero, la idea recorría mi cabeza y me gusta el shota u.u Uno que otro cliché como el Bill llorica, pero es un niño, por ende, será un poco llorón. El que Tom tenga novia pero ni le hace mucho caso...¿qué más? 
¿Habrá algo más que los separe o los pueda unir a estos niños?
Un saludo y un besito~ 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Recomienda este blog!