Ahora venía a dejar este corto fic que escribí hace mucho por lo cual la narración es un poco diferente a la de antes, pero igual, espero que os guste mucho :))
Titulo: Mensaje.
Categoría: Slash.
Autor: hina_serenity
Pareja: Georg Listin-Tom Kaulitz.
Rating: Rated: M
Género: Drama, romance.
Capítulo:5
Finalizado: No
Banner hecho por mí.
-I-
«Hola, me llamo Tom, soy un chico guapo y
activo, tengo 22 años; ando en busca de algún chico pasivo y lindo que quiera
alguna relación de vacilar…Mi número… » El mensaje revotando en esta emisora de
televisión para, sabría Dios, cuántos televidentes, le hacía arrepentirse y ver
que era más idiota de lo que ya tenía bastante entendido.
Sólo deseaba actuar a fuerza bruta,
quebrándose la cabeza hasta hacerla padecer una hemorragia severa, y de este
modo desaparecer su estúpida y misérrima existencia, sin que alguien,
seguramente, se diera cuenta.
¿Por qué había hecho semejante idiotez de
enviar mensajes, sólo porque en la pantalla dictaba: Envía tus mensajes al
número tal y tal?
Ahora no podía dejar de reiterarse en la
cabeza que era un gilipollas de primera. ¿Cómo haría cuando escuchara a muchas
personas llamándole al teléfono, sin al menos, él estar sabiente de quién se
trataba?
Sólo le quedaba el único y más pobre consuelo:
encontrarle a todo el asunto implicado algún lado positivo-como en las
películas pasa-; cosa que le sería sumamente difícil cuando nunca en su vida
había podido actuar de manera pacífica, sino hasta ahora que la situación lo
ameritaba.
Y es que no pensó antes de actuar, puesto que
al principio le pareció una broma, que sin pies ni cabeza, nunca la creyó tan
peligrosa y “mortal”.
La broma más insulsa esa noche de fiesta junto
a Gustav y su gemelo menor, Bill, dio comienzo. Todo había resultado cómo ellos
dos habían querido, que él consiguiera pareja por algún medio, y cuando se
refería a algún medio, se refería a cualquiera; aunque lo que él no supiera es
que de la manera más ridícula.
Fue casi abrumador aquel mes, a base de quejas, cortesía de su
hermano por ser tan niñato y no conseguir pareja estable, o, al menos alguien
que le acompañase ya a estas alturas, para prever algo más en su fututo; que
reclamos de su madre porque ya era un adulto y no se le veía algún indicio en
intereses sobre bodas o algo así, ni siquiera dejando entrever importancia en
el caso; que el trabajo ni siquiera le dejaba respirar y, si no fuera porque de
eso sobrevivía, ni siquiera valdría la pena semejante ímpetu de su jefe contra
él; y los pagos mensuales, sumamente costosos, de su departamento así como de
aquellos lujosos sillones que decoraban su espaciosa y un poco vacía sala, no
se quedaban atrás, no, claro que no, ahí estaba todo eso, como por obra de
Dios, cada día dándole más dolor de cabeza.
Y como la noche era joven, había que
aprovecharla con sabia destreza, divirtiéndose y embriagándose hasta que ya no
pudiera más, y quedar extendido a lo largo del piso de ese pub. Aunque, no de
esa manera tan exagerada, pues Tom no era tan sinvergüenza para superar tal
límite, aunque no vituperable; pero algo que tomar y alguien a quien ligara,
para nada mal que le vendría, ¿no?
Y ahí lo tenía Tom. El pub abarrotado de gente
de todo tipo, quienes alzaban la voz por encima del estruendo, con música
prendida que te haría mover a mucho volumen, y cada cosa que anteriormente se
dijo. Luces fosforescentes pendiendo en la zona del lugar, apagándose y
encendiéndose simultáneamente le daban otro toque a la sala, y gente alegre por
la diversión que otorgaba el lugar, estaba a punto de cometer locuras.
─Y salud…Porque mi hermano encuentre a alguien
de bien en lo que resta de su vida, eso esperamos. ─Varios choques de copas
resonaron, haciendo despertar a Tom de su ensueño─. Tom, vamos, brinda…
Y así lo hizo Tom, dio un conciso brindis por
su esperado futuro lleno de felicidades
y alegrías que, sin atisbar, pero ni por asomo se le hacían realidad en su
mente. Y, estúpidas predicciones suyas o no, poco le importaba, él sólo deseaba
la tranquilidad reinar a lo largo de su vida; y tener una esposa junto a un
primogénito con ella, no significaba sinónimo de palabra “paz”, sino el
contrario, así que se atenía a decir a todo lo que su familia sentenciara con
un “sí”, exánime. De todos modos, él nunca cumplía los pedidos de éstos.
No pasó más de una hora en la que él ya
llevaba su quinta cerveza y unos cuantos cigarrillos, cuando su hermano ya iba
acompañado de Gustav, fuera del pub, rodeándose mutuamente y lanzando risotadas
cómplices poco de su agrado. Sólo hizo una mueca y ni siquiera los vio
despedirse de él, tan sólo yéndose así sin más.
No lo tenía tan claro, pero aquella relación
de supuestos amigos, algo más se traía entre manos. Él no sabía, y también no
guardaba mucho interés, pero… ¡Cómo jodidos él no se daba cuenta que su hermano
y su, casi mejor amigo, fueran novios!
Deshizo toda insignificante idea, maldiciéndolos
ahora por haber tenido aquellos, el atrevimiento de dejarle tirado en ese
enorme lugar. Tom no era un crío caprichoso, pero tampoco había llegado allí
para ser abandonado, cuando a lo mejor pudo haberse quedado viendo algún
programa de televisión, encerrado en su casa y bebiendo algo más económico que
brebajes alcohólicos.
No le tocó de otras que largarse a zancadas.
Para su mala o buena suerte, en cuanto
se encargaba de bajar del asiento que ocupaba, una mujer de cabellera obscura y
lacia, unas curvas exageradamente voluptuosas meciéndose como ondas, y un cilindrín en mano, se le acercaba con un
rostro insinuante.
─Hola, guapo ─le saludó, de una forma tan
insinuante que Tom tuvo que retroceder para no sentirse acechado; era extraño,
pero esa había sido su inicial
sensación. Sólo el pensamiento de conseguir pareja acudió a su cabeza en ese
tris. «No seas idiota, Tom, tienes las cualidades para conseguir a alguien en
tu vida», Tom agitó la cabeza, tratando de despedir ese pensamiento.
Dio un saludo de cabeza a medias que parecía
descortés, y se apartó un poco, tratando de aparentar desentendimiento y
desorientación, lo cual a final de unos minutos bien contados le resultó
perfecto, ya que la mujer se alejó con una mueca que lo decía todo, sin dejar
de contornearse.
A Tom le importó un pito. No supo por qué
durante largo tiempo, empero, aquella mujer no había removido, ni aunque fuera
una mínima hormona sexual que le condujera a obtener algo más de ella, ni
siquiera la sensación electrizante a pesar de aquellas caderas y ese culo de
tal medida.
Condujo hasta su casa, con cigarrillo en mano,
y sólo un poco de música clásica en la radio, que le tranquilizaba al oír y le hacía perder el hilo del tiempo,
refrescándolo de cuerpo completo.
Ni bien había puesto un pie dentro de su
apartamento, que ya estaba apoltronado sobre su sofá, el cual se dijo a sí
mismo que al fin tuvo utilidad alguna. Era tan cómodo, al punto que tuvo la
intención de quedarse sobre él, para dormir plácidamente, hasta que recordó que
tenía trabajo pendiente en el escritorio y no quería dejar nada almacenado.
Y el día siguiente fue igual, a diferencia que
esta vez, un poco más nutrido de reflexiones que no dejaban de vagar por su
cabeza como si fueran animalillos desquiciantes y sin reparo.
Al llegar, vio su escritorio otra vez,
acompañado de una buena suministración de trabajo extra y una taza de café con
humo sobresaliente, que le hizo deformar su rostro a uno de desquicio y, cierto
asco. Y por ello mismo, nada lo dirigió a esto, sino al programa de música que
era transmitido a esas horas de la noche. Siempre veía los fines de semana,
nunca el viernes ni ningún otro día de sema.
Se dio la oportunidad de ver un poco, ya que
se encontraba bastante cansado, hasta que pasados unos minutos se dio cuenta de
lo que abajo decía: «Envía tus mensajes al…», Tom no le hizo mucho caso a lo
que seguía de la frase, pero de inmediato supo de qué se trataba el asunto.
Entonces ni siquiera dudó dos segundos en lo que tenía planeado, y una sonrisa
se formó de oreja a oreja. Tomó su celular, rezagado junto a unos papeles de
trabajo, y uno de sus dedos arremetió contra la primera tecla que aquella cifra
indicaba.
Nada, ni siquiera un lado de decisión, ni
sentido común, le hizo cambiar de opinión al enviar el mensaje. Era seguro que
a esas horas el cerebro ya no tenía buen funcionamiento y no maquinaba las
cosas con exactitud.
***
─Ah, ah, los dulces son míos ─fue lo primero
que farfulló su hermano, inmediatamente él había llegado de visita a su pequeña
casa luego de no verse por varios días─, en definitiva, los dulces son míos.
Tom asintió sin rechistar, sólo susurrando por
lo bajo que su hermano era tan infantil como un niño de cinco años, mientras se
acomodaba mejor la gorra.
─Claro, claro, son tuyos ─dijo, sin oponerse,
tendiendo el cubo completo frente a él─. ¿Cuáles quieres?
─Pues todos, menso.
─Vale, pero no jodas más…─aclaró Tom─. He
venido de visita y tú cómo me recibes.
Bill rió entre dientes, para agregar:
─Oh lo siento, es que no pude evitar la
tentación a las gomitas y demás.
Tom sólo atinó a gruñir y apretujar las manos
en puños bien cerrados. A continuación se arrancó el suéter azul que llevaba
puesto, y lo tiró al lado de Bill, donde casi cayó en la cabeza de éste, quien
se quejó por el desplante de su hermano.
─No jodas, Tom.
El rubicundo se atrevió a dar una risita socarrona.
─¿Y bien? ¿Viniste ahora por…?─La duda quedó
formada en los labios del menor, que esperaba respuesta rápida.
─Por…─Tom guardó silencio, entre pensativo y
dudoso durante unos minutos─. ¿Qué acaso me dirás que ya no puedo visitarte?
─exclamó, alterado ahora.
Fue notorio el cabreo en el mirar de Tom, por
lo que Bill se aclaró la garganta brevemente con unos carraspeos casi inútiles,
negando reiteradas veces con la cabeza.
─Claro que no, sólo era una pregunta, tontito.
─Bill se acomodó en su puesto, reafirmándose, y curvando una sonrisa, burlona.
Tom pasó por alto su respuesta y se sentó
junto a él en el sillón, observando el enorme apartamento de su hermano.
─Muy bonito tu “hogar”─ironizó Tom, cuando se
dio cuenta detalladamente que había desorden a cada rincón que su mirada se
dirigía, como si el lugar nunca hubiera sido ordenado en largos siglos, de
hecho, unas telas de araña colgaban por doquier─. Muy lindo…─Esta vez sonrió
con sorna.
─No hay necesidad que mientas, Tom. ─Bill
utilizó un tono de voz serio y agrio, agitando la mano en el aire, tomando sus
dulces y comiéndolos en un bocado─. Sólo pregunta qué quieres, y ya.
El moreno se levantó del puesto donde dejó el
asiento hundido por su peso, y fue a la cocina velozmente, siendo seguido por
Tom, que no encontraba el momento oportuno para dirigirle la palabra de manera
seria y bien redactada, de modo que fuera lo suficientemente convincente y para
nada irrisorio.
No obstante, al final Tom había sido pillado,
sin ninguna dificultad. Y no supo por qué, pero de repente un sonrojo se había
instalado en sus mejillas, sintiendo cómo el ardor ascendía por entre ellas.
─No estoy mintiendo, sólo digo la verdad. Está
bonito…
El menor frunció el ceño no muy convencido de
las palabras de su hermano y, sin embargo, sólo suspiró largamente y negó con la cabeza, suprimiendo una risilla,
no le agradaba que su hermano le mintiera para obtener algo, que seguramente le
enojaría cuando se lo platicase.
─En serio, no hay necesidad de mentiras.
Entre asentimiento, Tom admitió su mentira, e
inmediatamente cedió a contarle con deliberada lentitud lo que le sucedía y por
esa razón le visitaba tan de súbito y sin dar anuncios anticipadamente.
Bill abría los ojos mediante escuchaba otra
palabra más emergida de esos labios, sorprendido ante lo que él le decía,
pensando que su hermano había actuado estúpidamente esta vez, o mejor dicho,
otra vez como las tantas que ya habían pasado. Cada palabra le hacía ponerse
más dramático que segundos atrás; por esta razón Tom se decía a sí mismo callar
anteriormente, o de lo contrario tendría una enorme y severa regañina de la
cual aún no estaba preparado en ninguno de los sentidos.
─¿Pero qué jodidos te sucede?─exclamó, los
ojos saliéndose de sus órbitas por un momento y escupiendo saliva por el tono
de voz que usaba─, ¿por qué no le hiciste caso, eh? Era una tía, ¿qué más
querías, joder?─quiso saber ahora, propinándole un pequeño golpe en la cabeza,
como quien dice “ERES UN IDIOTA”, y se lo rotulara en la cara con un plumón
indeleble.
─No sé qué decir, Bill; pero ella no parecía
de mi estilo, ni siquiera para un polvo.
Por un momento, Tom se alivió de ver que su
hermano incrédulo, sólo alzaba una ceja, pero luego apostó a que éste se mesaba
cada cabello impetuosamente, dando unos cuantos gruñidos.
─Es ese el punto, Tom. Los polvos, son sólo
polvos, nada más ─hizo énfasis en lo dicho─. No tiene por qué agradarte la tipa
o algo por el estilo, de todos modos, por eso está el dicho: “Ayer te conocí,
hoy ya no”. ─Tom interrumpió en medio de su casi monólogo, intentado corregir a su hermano que muy equivocado
estaba en sus palabras como en el dicho pronunciado, pero antes que el de
rastas pudiera agregar algo, Bill lo hizo─: ¿Y qué importa si el dicho es así o
no? Sólo recuerda que nunca hiciste compromisos ni eso, Tom. ¡Ay, por eso es
que uno tiene la cabeza, la cabeza...! ─Antes de apuntar al cráneo de Tom, se
toqueteó el suyo para luego hacer igual con el de él, quien se encogió un poco
apabullado.
─Espera, antes que sigas reclamando algo que
no sabes, quiero que escuches. ─Tom gruñó, alzando sus manos, en gesto de
enojo, indispuesto a suavizarse─. Sólo, escucha ─pidió nuevamente al ver cómo
su hermano separaba los labios para dar otras de sus réplicas frustrantes.
─Sí, sí, ¿qué tienes para decirme, eh?
─¿Ves aquel programa de televisión que veo yo
por las noches casi todos los fines de semana? ─preguntó antes que nada,
únicamente haciendo que su hermano formara su rostro en duda, preguntándose qué
tenía que ver una cosa con la otra. Suspiró cuando vio a Bill asentir─. Y
dirás, qué tiene que ver esto con lo otro, claro, sin duda. Sólo escucha. ─Él
asintió otra vez, exacerbado de paciencia─. Ahora bien, ¿has visto la barra que
dice que envíes tus mensajes a un número que por el momento no recuerdo?
─Sí, sí, Tom. Pero no te comprendo, en serio,
¿qué tiene que ver esto y lo otro? Es decir, explícame, por favor.
─Vale, pero espera…─Hurgó en sus pantaloncillos
y sacó de ahí su preciado celular, el cual le tendió a Bill, y éste lo observó
durante unos minutos hasta que lo tomó, sin entender aún de qué iba su hermano.
De pronto, el grito contenido de Bill fue lo
único que retumbó en los oídos de Tom. No podía creer lo que sus ojos leían,
presenciaban.
─¿Cómo jodidos…Tom…Cómo? Eres un puto que sabe
mucho de ligues, ¿eh? Ya te pille, Tomi. ─Le señaló con un dedo coqueto y
bailarín, contrastando con las risas que expulsaba.
El mencionado dejó escapar una risilla
graciosa, encogiéndose de hombros y agachando la cabeza, a la vez que se la
rascaba la misma, pensando que se sentía orgulloso de sí mismo. No era aquel
orgullo común, no, pertenecía a uno esporádico, uno que era extraño, y aun así
le agradaba.
─Yo sólo envié el mensaje, y nunca creí que
fuera así. ¿No crees que esté mal esto?
─Bueno, de eso no sabría decirte, sólo que no
debes confiarte tanto, limítate a mirar qué tal. Tengan una cita, y entonces
platican y conocen más de ambos…─Dándose
cuenta que era estúpido dejar claras tantas cosas, haciéndose el romántico
cuando tomaba la mano derecha de su hermano para entregarle caricias y apoyo,
resumió con simpleza─: Bueno, tú sabes a lo que me refiero, a toda esa cosa…Ya
sabes…Ya sabes…
─Ja, ja…Ahora sólo te queda admitir que soy un
chico muy listo en el tema. ¿A qué no te lo esperabas?
Él negó con la cabeza, graciosamente.
─No, realmente no lo esperaba déjame decirte,
querido hermanito.
***
Pasadas las ocho, un plato lleno de palomitas
de maíz que había sido devorando en un dos por tres, junto a una estúpida
película de comedia hollywoodense y soledad no le había venido tan mal después
de todo. Pero él no quería eso, lo sabía. Él deseaba otra cosa. Se sentía
ansioso, y su cuerpo le decía moverse por fuerza propia, al igual que su mente
no le permitía pensar con claridad, ya que las ideas constantes se agolpaban la
una con la otra en su seso cansado.
Estirando sus extremidades encogidas a causa
de la posición que tuvo durante todo el transcurso de la película, y alzándose
entre bostezos, puso los pies sobre el gélido piso de cerámica, teniendo
escalofríos gracias a esto.
Desganado, fue a la cocina, de donde sacó un
bote de leche el cual se tomó en dos largos tragos sin reparo, quedando
embarrado de la sustancia blancuzca la que creaba un bigote sobre de sus labios
antes rojizos.
El sonido que tuvo lugar a continuación le
hizo dar un feroz salto a Tom, el cual le dejó con los vellos erizados y el
corazón latiendo a mil por hora. Se refugió entre sus brazos, diciéndose a sí
mismo que no era nada más que su estúpido celular sonando a unas horas poco
frecuentadas para hacer llamadas.
Tomó el aparato de última moda que zumbaba sin
cesar entre ambas manos, y eso bastó para que los ojos se torcieran del susto
dado. Sólo ensanchó la mirada luego, y empezó a cavilar si era correcto salir a
estas horas o no.
Condujo al restaurante donde sería su
encuentro, en cuando se hubo puesto como un galán, aseándose de ropa limpia y
esparciendo perfume por las áreas erógenas y su camiseta extra-grande; se había
vuelto una completa masa de nervios encontrados, y esto era sólo el principio
de algo que ni siquiera comenzaba. No tardó mucho tiempo en llegar y bajando,
entró fácilmente y sin mucho tránsito al restaurante, en el cual ya era
bastante conocido, prácticamente cliente especial por asistir casi siempre.
Tom respiró entrecortadamente, arreglándose la
camiseta que se le había hecho de lado, y alisando sus rastas un poco, para
luego avanzar a una mesa que se hallaba a cincos pasos de él. Se sentó en ella,
viendo hacia todas las direcciones posibles, a su paso mirando a gente de todos
los estilos.
«¿Cómo, cómo, cómo será, él, si ni siquiera se presenta», se preguntó
a sí mismo, con decepción, pero la imperiosa ansiedad otra vez.
No podía tratarse de aquel hombre de barba
gigante que, por un momento sospechó de él, con tantas miradas que le enviaba,
porque el chico del teléfono se describió a sí mismo, y nunca mencionó una
barba ni nada similar. Así que la idea que ese hombre fuese su cita sorpresa,
quedó descartada al instante y sin darle más vueltas. Sólo siguió tratando de
evadir su escrutinio.
Nada de esto lo dejaba pensar con claridad,
ennegreciendo sus sentidos. Aunque, en su caso, era bastante comprensible,
porque nunca había tenido una cita así. Se sentía nervioso y angustiado, un
poco abatido sin exagerar las cosas.
Empezó a respirar a bocanadas al ver que no
había ni rastro del chico. Sólo le había logrado decir que su cabello era lacio
y castaño, unos ojos verdes, y de tamaño normal su estatura, para ser sinceros.
Con esas cualidades, tal vez a Tom le sería fácil ubicarlo, pero al parecer
nada indicaba esto, pues le estaba siendo más que difícil visualizar a un chico
con dichas cualidades, sólo podía imaginarlo en su mente, dejándolo con ganas
de saber más.
Desde un principio él le inspiró mucha, mucha
curiosidad; su voz, su forma de hacer sonar ésta, incluso, su respiración le
había dejado en las nubes. Es que el chico con sólo esas características se le
hacía alguien de bien a la vista, que Tom se la pasó dibujándolo en su cabeza
todas las noches de espera, e imaginándose al chico en diferentes poses y con
vestimentas extravagantes. Lo más extraño del caso, era que no podía imaginar
otro rostro que no fuera el mismo que ya habíase formado desde un principio en
su imaginación vaga y retorcida.
Ah, además le contó sobre sus músculos, y que
el día del encuentro, vestiría camiseta ajustada y de color negro, junto a una
campera y un jeans con zapatos deportivos marca Nike; mientras que Tom le
aseguró ir de ropa holgada y blanca, con una gorra y sus impecables trenzas
obscuras.
¡Qué ansiedad!
A la chica mesera que iba pasando, la detuvo
tomando su brazo suavemente, para pedirle algo de beber. Estaba aburriéndose de
estar postrado como si nada, sin ver que él llegase. La chica asintió
sonriente, sabiendo que Tom siempre bebía un café bastante espeso y sin mucha
azúcar. Al poco rato ya regresaba con pedido en mano, sin dejar de lado la
misma sonrisa invitadora y coqueta. Tom sólo le agradeció, pasándola por alto.
«O…O
quizá me ha dejado plantado, es lo más probable….No, no; soy un idiota, joder»
Inhalando y exhalando, Tom se dio cuenta que
estaba actuando demasiado apresurado, vagando por un torbellino de pensamiento
retardados y con poco sentido, debía darle tiempo al chico, y claro, nada más.
¿Qué tanto le costaba esperar unos segundos?
Pero nunca dejo de ser así, Tom siempre
tuvo escaza o bien, nada de paciencia.
De pronto, el retintín chillante de la campana que anuncia que alguien entra,
le dijo de inmediato que una persona ingresaba a Tom, quien alzó la cabeza, y
vio a un chico entrar, encapuchado y sosteniendo nada más que unas llaves sobre
su mano derecha «¡Quién es ese loco!».Y en el mismo instante que esto pensaba
el trenzado, aquel ser de comportar raro, se acercó a él, caminando lento y
quitando su capucha poco a poco.
Tom abrió los ojos y haciéndose el que no
entiende, tomó su taza de café para sorber el contenido, casualmente. Luego
desenrolló el diario que el restaurante dejaba a un lado para cada cliente, y
lo abrió, “leyendo” de él, viéndole por encima de estas cosas.
─Hola. ─Una ronca, pero a su vez, linda voz,
le saludó con aparente disimulo, casi logrando propinarle un susto─. ¿Puedo
sentarme?
Tom pudo escuchar el sonido cuando esta
persona tomaba puesto delante de él al ver su asentimiento. Bajó el diario y se
le quedó viendo al chico de al frente.
─Hola…─saludó, tímidamente, su mueca
indescriptible─. ¿Eres Georg Listing…?─ Esta vez inquirió, alargando cada
palabra más de lo debido.
─Sí, sí, tú Tom Kaulitz, ¿cierto?
Sin más preámbulos de por medio, Tom dibujó
una sonrisa en su rostro, y dijo:
─Mucho gusto, Georg…─Tom no dejaba de pensar
que el de cabellos largos castaños, era el chico más guapo y amable que en su
vida había conocido. Fue inevitable no dejar de decirse a sí mismo, que primeramente, esperaba que no se tratase
de un demente, como aquel novio de hace años que tuvo. Pero Tom no halló razón,
sólo supo que este ser que tenía adelante, era alguien totalmente inusual.
─Oh, de igual manera digo lo mismo. ─Georg le
tendió la mano, sonriendo aun más, y el de trenzas agarró la extremidad,
sintiendo su suavidad y calidez que desprendía.
─Uhmm, bueno, antes que nada, ¿qué deseas
comer? ─Tom sacó su billetera del bolso trasero en menos de lo que parpadeaba y
buscó algo en ella, aparte del dinero.
El chico llevó una mano a sus delgados labios,
tapándolos en gesto dramático. Sin poder omitir aquella sensación, Tom seguía
bastante nervioso.
─¿Me estás invitando?
─Claro, ¿por qué no?
─Es que, no te hubieras molestado…Yo puedo,
aunque gracias. ─Tom juró ver que un tierno sonrojo guarnecía con ternura las
mejillas de su acompañante, quien movía sus manos, sobre todo cuando él le
sonrió más ceñida y notoriamente.
─No te preocupes ─aseguró sin abandonar esa
sonrisa que ya tan apetitosa se le empezaba a convertir a Georg─. Y aquí está…
¡Listo! ─Por la alegría en el rostro picaresco de Tom, supo que algo bueno
sucedía, sobre todo por su tono, y cuando vio cómo ponía unos pequeños papeles
sobre la mesa, concretó que sí, algo agradable le pasaba─. Puedes también
elegir un postre, desde un helado, hasta una porción de pastel.
Georg se perdió en las palabras del chico que
al frente tenía, sonrojándose a más no poder. ─Gracias, Tom.
─No te preocupes. ─Curvó una sonrisa de oreja
a oreja─. Sólo elige, sin preocupación.
Ahora que Tom conocía por fin a su cita
secreta, no podía sentirse más feliz de lo que nunca habría experimentado.
Georg era tan apuesto y pasivo, que esto más bien parecía una estúpida película
de romance, lo peor, de aquellas a las que tanto huía a la hora de ver, ya que
eran tan aburrido verlas, pero no vivirlas. No.
Continuará...
Hola :D
ResponderEliminarPorque no la sigues? Me ha encantado!! Son tan tiernos *-* hahahaha bueno ekstare al pendiente del nuevo capitulo ;)
Cuidate mucho. Besos y abrazos
Hasta pronto :D
Hola c: Awww, no sabía que había alguien leyéndome.
EliminarNo había visto tu comentario, pero te aseguro que seguiré, me he descuidado un poco con todo esto por los estudios.
Agradezco que te parezcan tiernos, ese toque intentaba darle y me alegra haberlo logrado.
Nos vemos luego. Mañana o el miércoles tal vez suba.
Un besitos y un saludo, Dani <3