miércoles, 6 de marzo de 2013

Silencio~

Titulo: Silencio
Categoría: Slash
Autor: Hina. 
Pareja principal: Bill-Tom
Personajes: Bill, Tom,
Rating: +16
Advertencias: Muerte de un personaje, violencia
Género: Drama, romance, AU, tragedia.
Capítulo: 1.
Finalizado: Sí,
 Silencio.
~*~
Se arrastró al extremo, al rincón y más abandonado de los rincones, haciéndose un ovillo y un manojo de llanto, sangre y pesar. El cuerpo le dolía a más no poder y creía que todo él expulsaba sangre a borbotones; sabía que exageraba (sí,  exageraba), que solo era una impresión suya pero igual, ardía como golpes sin ninguna condolencia, aquellos que Tom le proporcionó.

Se había quedado ahí, en el mismo lugar y la misma posición. Un ovillo desde lo sucedido, un ovillo desecho hasta que cayó la noche, que respira con el último hálito, que alguna vez se desvivió por recoger la última porción de su vida, que luego no sabe qué hacer y se limita acabar con el vasto sufrimiento de una vez por todas.

Hace solo unas horas había atravesado una de sus peores pesadillas pero había decidido terminar con ella. Tom lo había maltratado como nunca antes porque pesaba, erradamente, que había alguien más en la vida de Bill y  no era él. Su furia había sido tal, que no supo descifrar si escapar o lamentarse sin moverse era la mejor opción.

Y las horas saltaban, transcurrían, volaban, por momentos le parecían eternas y luego tenía la impresión de que meses habían pasado.

Todo era tan estúpido en su mente.

Vio la sangre escurriéndose por entre sus dedos y manos, su ropa de diseñador y su rostro de porcelana y pensó que moriría por perder esa cantidad  sanguinolenta que escapaba por las pequeñas aberturas que surcaban su tez.

No se creía que Tom lo hubiese derribado a puñetazos y golpes sin la menor restricción o benevolencia.
El corazón, a pesar de sentirse acelerado, se encontraba tan constreñido que poco a poco iba adormeciéndose, como sus ojos que empequeñecían y luchaban por no cerrarse. Ni siquiera había dolor por momentos y eso le pareció muy bueno, pues todo aquel sufrimiento empezaba a transformarse en una calma tan llana que casi le aliviaba por intervalos irregulares.

Lo único que le revolvía la mente era Tom. Tom, quien nunca había padecido una racha, que era bueno con los niños y era un gran maestro de música para ello, como un ejemplo que todo infante desea seguir. Poseía desde la cualidad “más innecesaria” para él hasta la más primordial, que lo convertía en un marco perfecto.
¿Dónde estaban los defectos?

Se volvió a encoger al recordar el tajo, el siguiente y el siguiente tajo a través de su piel, cuando lo halaba un poco y causaba un dolor más allá de lo explicable, rompiendo pedazos de piel enteros por su propia cuenta. Eso era lo único que dolía. Su mente y su  cuerpo empezaban a perder importancia. Sin embargo, no deseaba vivir un minuto más de esa manera. Emergía tanta sangre de las heridas que no la pudo contar, sobre todo porque no cesaba.

Por un momento intentó liberar un grito pero lo único que fue capaz de surgir de sus labios fue un chillido que iba en decadencia. Sabía que hacía mucho mal mientras escuchaba pasos fuera de casa, más de una televisión encendida a mucho volumen, ruidos y voces; sin embargo nadie que lo oyese exactamente a él, porque se encontraba encerrado en esas pétreas paredes.

Todavía anhelaba la llegada de un dulce  Tom que entrara por la puerta a su rescate, se arrepintiera y le pidiera disculpas a pesar de que todo había sucedido ya, que se desgarraba la piel con desesperación cual demente y no había vuelta de hoja, pero… pero qué importaba.

Su vida pendía de un insignificante hilo.

Así fue hasta que ya no supo más sobre lo que le rodeaba, que ni siquiera entendía lo que a su alrededor sucedía y la lucha sucumbía porque él lo quería de esa manera. Que sus ojos se cerraban y en realidad solo había transcurrido un par de segundos, los segundos más terribles de su vida.

 La oscuridad lo envolvía con extrema rapidez e iba perdiendo la conciencia mientras volvía a tomar la navaja con su último acopio de energía y fundía el instrumento en lo más profundo de su piel, con la mano temblorosa pero sin la menor cantidad de remordimiento a la hora de realizar la acción. Estaba sucio, y se sentía como traidor, un sucio y asqueroso traidor que se acuesta con quien sea.

Quiso pensar que unos brazos lo envolvían, lo apretujaban, consolaban y le proporcionaban mucho calor. Pero no deseaba que ese abrazo fuese por parte de cualquier persona, sino de Tom que, aunque le hubiese hecho aquello no podía evitar no perdonarlo y siempre pensar que lo querría a pesar de que su tiempo de vida fuese mínimo y él seguía consumiéndola de manera estrepitosa e intensa y ni siquiera le había dado el tiempo para escribir una razón por lo que hacía.

Unas lágrimas navegaron por entre su rostro y un par de suspiros brotaron, pensando que ese siempre había sido su destino, no ver más a Tom algún día…
«Por favor, perdóname…»

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