Titulo: Su mejor amiga.
Categoría: Hetero.
Autor: Hina.
Pareja principal: Bill-Original.
Personajes: Original, Bill, Tom,
Rating: +16
Advertencias: Muerte de un personaje.
Género: Drama, romance, AU, tragedia.
Capítulo: 1.
Finalizado: Sí,
No pienses en mañana...
No pienses en mañana
ni me hagas promesas
ni tú serás el mismo
ni yo estaré presente.
Vivamos juntos la cima de este amor
sin engaños
sin miedo
transparentes.
Claribel Alegría.
Su mejor amiga.
Ver a su gemelo tan
decaído no tenía explicación para Tom al principio. Solo podía pensar: o se
estaba volviendo verdaderamente un loco o es que estaba muy enfermo en
realidad.
Al final, ambas
conclusiones no le parecían lógicas. Su hermano nunca fue la persona más sana
del mundo, pero tampoco es que fuera una especie de anciano en decadencia que
se flagelase a sí mismo, sentado frente a la ventana a contemplar cómo sus
allegados se reían y divertían con un día de verano. “Ni aun detrás de toda la tragedia
sucedida hace unos meses atrás”.
En esos casos, Bill
siempre era el primero. No soportaba perderse de un gran día junto a todos.
Incluso, cuando conoció a Eva era de basta gravedad por la que no aceptaba
salir. Eva había sido su amiga desde que
tenían la edad de ocho años, apenas se conocieron en la escuela fue dar con la
fecha en el blanco; el uno para el otro.
Ella le ayudaba en
todo lo que él no comprendía. Era una chica muy lista y sabedora de las cosa,
decía Bill; cuando, en cambio, él se creía muy torpe en ello, sin embargo, Eva
lo animó a entrar a una academia de baile hasta convencerlo ya que veía un
talento enorme en aquel chico. Luego empezó a cantar y resultó que también era
un genio en el tema.
Todavía sabía cómo
acelerar y detener el ritmo de sus pasos y moverse a la perfección junto a Eva.
Ambos encajaban como si fuesen almas gemelas. A Bill le maravillaba el
movimiento de sus caderas meciéndose al compás de una suave melodía y ella la
habilidad de cargarla con delicadez a pesar de su aparente débil físico. Su voz
frente al público o en cualquier momento tampoco era la excepción, poseía un
canto hermoso.
Pero aun tras de todo
eso, dijo que no, que nunca volvería a realizar una de esas cosas ni mucho
menos bailar. Aquello había acabado.
¿Por qué de golpe,
todo tan veloz y desagradablemente?
Su vista se enfocó
desde el ventanal, en el jardín decorado de una gama de flores que se extendía
hasta el final de casa, donde empezaba el cruce de la calle y una hilera de residencias
acompañaba la acera de al frente, en busca de un sonido de zapateo de tacón
contra el suelo, un toque de puerta y una persona esperando tras de ella con
esa caracterizada sonrisa.
Se lo veía más delgado
de lo usual, con la piel que abarcaba las costillas saltonas de un color
cadavérico y desgarbado, al igual que los pómulos de su flacucho rostro, casi
desencajado y entristecido. Huesudo,
abandonado de su tez pálida y suave y en lugar de esto, de un color amarillento
entre verdusco. Cualquiera diría vomitivo.
Eva lo fue a buscar un
día y tocó, tocó la puerta tantas veces que se cansó, aunque no se rindió, sino
hasta que se dio cuenta que nadie le abriría la puerta. Nadie. Tal fue su dolor
y pena que se alejó lentamente de Bill sin decir nada.
A Tom no le quedó otra
opción que no abrir la puerta por orden de su hermano, quien temía que Eva lo
viera tan depresivo y enfermizo que ella
misma moriría de la sensación que confería el chico.
Ni siquiera deseaba
saber si era una enfermedad sin reparo era la que le había invadido.
―¿Qué te sucede, Bill?
―¿Qué me sucede?―respondió con una
pregunta, su voz apagada y vacío de expresiones.
―Sí, te he visto muy desanimado últimamente―agregó su hermano, tratando por encima de todo
ser delicado con el tema.
―Estoy bien, no te preocupes por nada, Tom.
Esa vez las palabras
de Bill le dieron la impresión de estar pintadas por una capa de auténtica
mentira. Eva tenía un par de meses sin llegar a casa y no podía no estar
pasando nada. Tom dedujo que era por el mismo motivo de haberla ignorado hace
un tiempo, sin saber nada de lo que en verdad acaecía.
Luego recordó algún
día haber apoyado la idea de que su hermano se casara con Eva después de que sus estudios hubiesen dado por
concluido. El menor le contó con deliberada lentitud, como recitando un
poemario, cada detalle de lo que había sucedido. Una sonrisa, más sonrisas y
casi lagrimeando ante el recuerdo.
Un tiempo la relación
que llevaron entre ellos fue a escondidas, luego el remordimiento y el peso de
llevar una relación a hurtadillas se hizo con las suyas. No podían continuar
con semejante farsa de comportarse al frente de todos como los grandes y
mejores amigos. Simplemente no. Se lo querían gritar al mundo, demostrarlo sin
ninguna dificultad. No obstante, la prematura edad que llevaban por la espalda
no se los permitía.
Y Eva pensó en algo.
Bill también. Era una promesa la que tenían en mente.
Se tomaron de las
manos fuertemente, viéndose mutuamente y reflejando en ellas cada palabra.
Con un nudo en la
garganta, Eva hizo un grave intento por hablar:
―Bill, yo sé que nuestra temprana edad no permite que esto sea posible.
Mis papás se enfurecerían si saben que lo de nosotros ya no es simple amistad,
y tú más que nadie sabes que te quiero y
claro, entenderás a lo que me refiero. Estoy segura de que cuando seamos unos
adultos, por lo tanto unos profesionales, podremos cumplir nuestro sueño. Estar
juntos.
¡¿Quién decía aquello
en el siglo XXI, por Dios?!
Solo ese par de niños
que creía en el amor que se profesaba a cada uno.
Cualquiera habría
elucubrado que Bill le diría que estaba loca si pensaba esperarla tanto tiempo,
como un remolino interminable. Sí, eso quizá pensaría cualquiera…pero a pesar
de sus cortos trece años asintió, entendió y concordó con esa magnífica y
madura perspectiva.
Se esperarían hasta
que el tiempo los consumiera si era posible. ―Siempre te esperaré, Eva. Tenlo en cuenta.
¿Pero quién sabe si
las promesas siempre se cumplen?
Eva creció a tal grado
que era mucho más madura que él (toda una señorita, le decía su familia), y que
los prospectos andaban por doquier tras de su querida. Sabía francés, inglés y
alemán. Se había graduado como maestra y tenía un gran trabajo.
Antes siempre se veían
porque asistían a la misma academia de baile y Bill la pasaba a traer a su
casa. A la madre de la chica le fascinaba que su hija tuviese una especie de
amigo que parecía ser un guardián con ella.
Y posterior a su promesa evitaron verse con otros ojos que
no fuesen los de ternura y sinceridad, los de amigos y compañía. Evitaron besos,
caricias y “desplantes” frente a los demás.
Todo parecía marchar a
la perfección.
―Mamá, ¿estás segura de que algún día me casaré?―A la mujer le tembló la
mandíbula y uno de los platos de la vajilla se resbaló de sus manos, hasta caer
al suelo y echarse a perder en millones de fragmentos.
¡Billi solo era un mocoso
(para cualquiera) cuando esa inquisitiva se formó en su cabeza! Se dio la
vuelta con extrema rapidez, parándose frente a él para tocar sus arreboladas
mejillas y frente, deseando recibir respuesta con tal acción. Bill arrugó la
nariz y se quitó las manos de su rostro.
―Estás demasiado pequeño para saber sobre ese tema, Billi―respondió con astucia y cariño la mujer,
guiñándole un ojo al mismo tiempo.
―¡Claro que no!―hizo un puchero.
Su hijo a penas era un niño para ser tan
prematuro.
Lo peor vino cuando Eva fue a estudiar a un lugar muy lejano para
Bill. Se hospedó un tiempo en Berlín mientras él seguía en Hamburgo, triste y
deseoso por recibir otra noticia sobre la joven. Tom le aseguró con voz plena
que lo suyo seriamente era amor y sería imposible desviar ese hecho. Sin
embargo, Eva lo contactó un día, anunciándole que pronto se casaría y tendría
un hijo.
Bill tardó ilimitados
segundos en responder, con millones de nudos atándose a su garganta, con los
ojos empapados y echándose a llorar al instante. No supo si fue por alegría al
saber que su amiga tenía un gran futuro por delante con una familia a formar o si fue aquel remordimiento, aquella
braza subiéndole al pecho, producto del incesable tiempo que había esperado
absolutamente para nada.
Tampoco quería ser un
egoísta, pero no lo pudo evitar. ¿Qué pasaría? ¿Y aquella promesa cuando de
niños? ¿Eva la había roto?
Sintió que fue algo
parecido a la sinvergüenza cuando le enviaron una invitación a la boda. Sus
ojos casi escaparon de sus órbitas y el corazón le dio tumbos.
¿Acaso había olvidado
todo aquello?
Cuando fue adonde su
padre, más valiente que nunca a pedirle permiso si le permitía a su hija salir
con él esa noche a bailar a un lugar sano y cercano a casa. Cuando sus cuerpos
apasionados y anexados siguieron el ritmo de aquel vals toda la noche sin tocar más que sus rostros presos de timidez
y sonrojo matinal. Ese día que fue el principio de su relación y se atrevieron
a dar el primer beso, tierno y suave como la serenidad que sentía al estar a su
lado, acompañándose siempre que podían.
¿Pero qué importaba
eso? ¿Qué importaba si Eva ya no estaba?
Porque no podía
olvidar esas promesas, las incontables burdas
promesas que se fueron por la borda,
cuando se prometieron jamás enamorarse de nadie que no fuera ellos.
Se encontraba
pletórico de dudas, recuerdos y si
sucedía esto o lo otro, si yo hubiese hecho aquello…
Eva era tan linda.
Parecía un ángel, con su rostro blanquecino e inocente, lleno de pecas y unos
diminutos ojitos de almendra; una contextura diferente a la que los chicos de
ahora en día soñaban día y noche, y unos pómulos ceñidos; su cabellera
pelirroja como una pluma de terciopelo ondulando a merced de las volutas del
aire. ¡Qué bella era Eva!
Era una pena que ya no
la volviese a contemplar más que solo postrada en un camastro sucio y
asqueroso, de madera barata.
Su semblante, a pesar
de parecer más frívolo y sin vida, seguía poseyendo la misma templanza.
Tranquilo, pacífico y que lo embelesaba.
Ese que siempre le
susurraba al oído: «Tú puedes. Eres fuerte. Sigue adelante. Confío en ti, tú confías en mí…». Todas las frases que
tocaban sus labios rosáceos adquirían un sentido inasequible para otro ser
humano, una viveza que lo hacía reflexionar severamente aun cuando su contenido
no fuese tan fuerte.
No podía creer que una
enfermedad le hubiese arrebatado la vida en cuestión de meses, pues había sido
tan repentina que nadie se lo podía creer. Le preguntó a la madre de Eva qué
había sucedido con un gesto sepulcral y ella le contó escuetamente que había
sido cáncer pero nunca le quiso admitir sobre ello porque sabía que sería muy
doloroso para él, así que se guardó toda la mentira con otra mentira aun peor que
la anterior.
Sentía cómo el corazón
se le constreñía con el solo hecho de recordar todo, había sido tan veloz. El
cuerpo le tembló como si su alma se hubiese ido y las cosas dejaran de tener
sentido de ahora en adelante.
No se lo creía, ¡era
imposible! Algo tenía que estar mal.
Eva seguía a su lado,
era su amiga y nunca dejaría de serlo.
Una lágrima seguida de
más surcó su rostro. «Los hombre no lloran», le aclaró alguna vez su padre. «Claro que sí, somos seres humanos con
sentimientos, emociones, alegría, tristeza…», contradijo en su interior,
tratando de no expulsar ese pensamiento en voz alta.
Eva, su linda Eva con rostro de porcelana
y su cuerpo robusto y pálido, ¿qué se había hecho?
Ella seguía con él, en su corazón. Su
mejor amiga por siempre, aquella joven que siempre musitaba para él: «Tú
puedes.»
No sé porqué nunca me agrada mucho lo que escribo, pero bueno, espero que a otras personas sí, aunque ahora sea hetero
Hina, cariño... llevo día pensando en que te debo este comentario, pero por una cosa u otra se iba aplazando el momento.
ResponderEliminarEsta historia ha sido dramática sin llegar a ser deprimente o destructiva, algo que en lo personal agradezco. Me sorprendiste con una historia hetero y te lo agradezco mucho, además de agradecer que la hayas hecho para la revista. Sabes que eres una de las maravillas que me han dejado los fic de TH.
Un beso mi niña ♥
Mi querida, no me debes nada. De hecho, soy yo la malagradecida y no haber dejado un comentario aclarando mis agradecimientos hacia tu persona por haberme permitido dejar un pedacito de mí en la más fascinante de todas las revistas que conozco (TH Magazine). Realmente lo siento, pero el día que subí esto estaba con el tiempo ajustado y para los días que me esperaron, cero Internet. Creo que tú ya sabes u.u
EliminarMe alegra que no te haya llegado a deprimir, porque en realidad estaba nerviosa con lo que había escrito y no sabía si estaba bien o mal y ni me dio tiempo para preguntarle a alguien si le parecía lindo lo que había escrito. Sinceramente creo que pude haber dado algo mejor, lo siento.
Y...sí, la sorpresa también vino a mí al saber que había escrito algo sumamente diferente a lo que suelo en cuestión de categoría (hetero) *.* Y la verdad es que me gustó, tal vez opto por otro.
Para finalizar, tu comentario me ha emocionado mucho, sobre todo cuando dices "maravilla" combinada conmigo. Eso es mucho para mí. Muchas gracias a ti y solo a ti por regalarme una tan linda oportunidad como la de escribir en la revista.
Te adoro. Otro beso, princesa ♥~