sábado, 23 de febrero de 2013

Su mejor amiga.


Titulo: Su mejor amiga.
Categoría: Hetero.
Autor: Hina. 
Pareja principal: Bill-Original.
Personajes: Original, Bill, Tom,
Rating: +16
Advertencias: Muerte de un personaje.
Género: Drama, romance, AU, tragedia.
Capítulo: 1.
Finalizado: Sí,

No pienses en mañana...
No pienses en mañana
ni me hagas promesas
ni tú serás el mismo
ni yo estaré presente.
Vivamos juntos la cima de este amor
sin engaños
sin miedo
transparentes.

Claribel Alegría.        

Su mejor amiga.


Ver a su gemelo tan decaído no tenía explicación para Tom al principio. Solo podía pensar: o se estaba volviendo verdaderamente un loco o es que estaba muy enfermo en realidad.


Al final, ambas conclusiones no le parecían lógicas. Su hermano nunca fue la persona más sana del mundo, pero tampoco es que fuera una especie de anciano en decadencia que se flagelase a sí mismo, sentado frente a la ventana a contemplar cómo sus allegados se reían y divertían con un día de verano. “Ni aun detrás de toda la tragedia sucedida hace unos meses atrás”.
                                                                                                                
En esos casos, Bill siempre era el primero. No soportaba perderse de un gran día junto a todos. Incluso, cuando conoció a Eva era de basta gravedad por la que no aceptaba salir. Eva había sido su amiga desde  que tenían la edad de ocho años, apenas se conocieron en la escuela fue dar con la fecha en el blanco; el uno para el otro.

Ella le ayudaba en todo lo que él no comprendía. Era una chica muy lista y sabedora de las cosa, decía Bill; cuando, en cambio, él se creía muy torpe en ello, sin embargo, Eva lo animó a entrar a una academia de baile hasta convencerlo ya que veía un talento enorme en aquel chico. Luego empezó a cantar y resultó que también era un genio en el tema.


Todavía sabía cómo acelerar y detener el ritmo de sus pasos y moverse a la perfección junto a Eva. Ambos encajaban como si fuesen almas gemelas. A Bill le maravillaba el movimiento de sus caderas meciéndose al compás de una suave melodía y ella la habilidad de cargarla con delicadez a pesar de su aparente débil físico. Su voz frente al público o en cualquier momento tampoco era la excepción, poseía un canto hermoso.

Pero aun tras de todo eso, dijo que no, que nunca volvería a realizar una de esas cosas ni mucho menos bailar. Aquello había acabado.

¿Por qué de golpe, todo tan veloz y desagradablemente?

Su vista se enfocó desde el ventanal, en el jardín decorado de una gama de flores que se extendía hasta el final de casa, donde empezaba el cruce de la calle y una hilera de residencias acompañaba la acera de al frente, en busca de un sonido de zapateo de tacón contra el suelo, un toque de puerta y una persona esperando tras de ella con esa caracterizada sonrisa.

Se lo veía más delgado de lo usual, con la piel que abarcaba las costillas saltonas de un color cadavérico y desgarbado, al igual que los pómulos de su flacucho rostro, casi desencajado y entristecido.  Huesudo, abandonado de su tez pálida y suave y en lugar de esto, de un color amarillento entre verdusco. Cualquiera diría vomitivo.

Eva lo fue a buscar un día y tocó, tocó la puerta tantas veces que se cansó, aunque no se rindió, sino hasta que se dio cuenta que nadie le abriría la puerta. Nadie. Tal fue su dolor y pena que se alejó lentamente de Bill sin decir nada.

A Tom no le quedó otra opción que no abrir la puerta por orden de su hermano, quien temía que Eva lo viera tan depresivo  y enfermizo que ella misma moriría de la sensación que confería el chico.
Ni siquiera deseaba saber si era una enfermedad sin reparo era la que le había invadido.


―¿Qué te sucede, Bill?

―¿Qué me sucede?―respondió con una pregunta, su voz apagada y vacío de expresiones.


―Sí, te he visto muy desanimado últimamente―agregó su hermano, tratando por encima de todo ser delicado con el tema.

―Estoy bien, no te preocupes por nada, Tom.

Esa vez las palabras de Bill le dieron la impresión de estar pintadas por una capa de auténtica mentira. Eva tenía un par de meses sin llegar a casa y no podía no estar pasando nada. Tom dedujo que era por el mismo motivo de haberla ignorado hace un tiempo, sin saber nada de lo que en verdad acaecía.

Luego recordó algún día haber apoyado la idea de que su hermano se casara con Eva después  de que sus estudios hubiesen dado por concluido. El menor le contó con deliberada lentitud, como recitando un poemario, cada detalle de lo que había sucedido. Una sonrisa, más sonrisas y casi lagrimeando ante el recuerdo.



Un tiempo la relación que llevaron entre ellos fue a escondidas, luego el remordimiento y el peso de llevar una relación a hurtadillas se hizo con las suyas. No podían continuar con semejante farsa de comportarse al frente de todos como los grandes y mejores amigos. Simplemente no. Se lo querían gritar al mundo, demostrarlo sin ninguna dificultad. No obstante, la prematura edad que llevaban por la espalda no se los permitía.

Y Eva pensó en algo. Bill también. Era una promesa la que tenían en mente.

Se tomaron de las manos fuertemente, viéndose mutuamente y reflejando en ellas cada palabra.
Con un nudo en la garganta, Eva hizo un grave intento por hablar:
―Bill, yo sé que nuestra temprana edad no permite que esto sea posible. Mis papás se enfurecerían si saben que lo de nosotros ya no es simple amistad, y tú más que nadie sabes que  te quiero y claro, entenderás a lo que me refiero. Estoy segura de que cuando seamos unos adultos, por lo tanto unos profesionales, podremos cumplir nuestro sueño. Estar juntos.

¡¿Quién decía aquello en el siglo XXI, por Dios?!

Solo ese par de niños que creía en el amor que se profesaba a cada uno.
Cualquiera habría elucubrado que Bill le diría que estaba loca si pensaba esperarla tanto tiempo, como un remolino interminable. Sí, eso quizá pensaría cualquiera…pero a pesar de sus cortos trece años asintió, entendió y concordó con esa magnífica y madura perspectiva.

Se esperarían hasta que el tiempo los consumiera si era posible. ―Siempre te esperaré, Eva. Tenlo en cuenta.
¿Pero quién sabe si las promesas siempre se cumplen?

Eva creció a tal grado que era mucho más madura que él (toda una señorita, le decía su familia), y que los prospectos andaban por doquier tras de su querida. Sabía francés, inglés y alemán. Se había graduado como maestra y tenía un gran trabajo.

Antes siempre se veían porque asistían a la misma academia de baile y Bill la pasaba a traer a su casa. A la madre de la chica le fascinaba que su hija tuviese una especie de amigo que parecía ser un guardián con ella.
Y posterior a  su promesa evitaron verse con otros ojos que no fuesen los de ternura y sinceridad, los de amigos y compañía. Evitaron besos, caricias y “desplantes” frente a los demás.

Todo parecía marchar a la perfección.


―Mamá, ¿estás segura de que algún día me casaré?―A la mujer le tembló la mandíbula y uno de los platos de la vajilla se resbaló de sus manos, hasta caer al suelo y echarse a perder en millones de fragmentos.

¡Billi solo era un mocoso (para cualquiera) cuando esa inquisitiva se formó en su cabeza! Se dio la vuelta con extrema rapidez, parándose frente a él para tocar sus arreboladas mejillas y frente, deseando recibir respuesta con tal acción. Bill arrugó la nariz y se quitó las manos de su rostro.

―Estás demasiado pequeño para saber sobre ese tema,  Billi―respondió con astucia y cariño la mujer, guiñándole un ojo al mismo tiempo.

―¡Claro que no!―hizo un puchero.


 Su hijo a penas era un niño para ser tan prematuro.

Lo peor vino cuando  Eva fue a estudiar a un lugar muy lejano para Bill. Se hospedó un tiempo en Berlín mientras él seguía en Hamburgo, triste y deseoso por recibir otra noticia sobre la joven. Tom le aseguró con voz plena que lo suyo seriamente era amor y sería imposible desviar ese hecho. Sin embargo, Eva lo contactó un día, anunciándole que pronto se casaría y tendría un hijo.

Bill tardó ilimitados segundos en responder, con millones de nudos atándose a su garganta, con los ojos empapados y echándose a llorar al instante. No supo si fue por alegría al saber que su amiga tenía un gran futuro por delante con una familia  a formar o si fue aquel remordimiento, aquella braza subiéndole al pecho, producto del incesable tiempo que había esperado absolutamente para nada.
Tampoco quería ser un egoísta, pero no lo pudo evitar. ¿Qué pasaría? ¿Y aquella promesa cuando de niños? ¿Eva la había roto?

Sintió que fue algo parecido a la sinvergüenza cuando le enviaron una invitación a la boda. Sus ojos casi escaparon de sus órbitas y el corazón le dio tumbos.

¿Acaso había olvidado todo aquello?

Cuando fue adonde su padre, más valiente que nunca a pedirle permiso si le permitía a su hija salir con él esa noche a bailar a un lugar sano y cercano a casa. Cuando sus cuerpos apasionados y anexados siguieron el ritmo de aquel vals toda la noche sin tocar más que sus rostros presos de timidez y sonrojo matinal. Ese día que fue el principio de su relación y se atrevieron a dar el primer beso, tierno y suave como la serenidad que sentía al estar a su lado, acompañándose siempre que podían.

¿Pero qué importaba eso? ¿Qué importaba si Eva ya no estaba?

Porque no podía olvidar esas promesas, las  incontables burdas promesas  que se fueron por la borda, cuando se prometieron jamás enamorarse de nadie que no fuera ellos.  

Se encontraba pletórico de dudas, recuerdos  y si sucedía esto o lo otro, si yo hubiese hecho aquello…

Eva era tan linda. Parecía un ángel, con su rostro blanquecino e inocente, lleno de pecas y unos diminutos ojitos de almendra; una contextura diferente a la que los chicos de ahora en día soñaban día y noche, y unos pómulos ceñidos; su cabellera pelirroja como una pluma de terciopelo ondulando a merced de las volutas del aire. ¡Qué bella era Eva! 

Era una pena que ya no la volviese a contemplar más que solo postrada en un camastro sucio y asqueroso, de madera barata.
Su semblante, a pesar de parecer más frívolo y sin vida, seguía poseyendo la misma templanza. Tranquilo, pacífico y que lo embelesaba.
Ese que siempre le susurraba al oído: «Tú puedes. Eres fuerte. Sigue adelante. Confío en ti, tú confías en mí…». Todas las frases que tocaban sus labios rosáceos adquirían un sentido inasequible para otro ser humano, una viveza que lo hacía reflexionar severamente aun cuando su contenido no fuese tan fuerte.


No podía creer que una enfermedad le hubiese arrebatado la vida en cuestión de meses, pues había sido tan repentina que nadie se lo podía creer. Le preguntó a la madre de Eva qué había sucedido con un gesto sepulcral y ella le contó escuetamente que había sido cáncer pero nunca le quiso admitir sobre ello porque sabía que sería muy doloroso para él, así que se guardó toda la mentira con otra mentira aun peor que la anterior.

Sentía cómo el corazón se le constreñía con el solo hecho de recordar todo, había sido tan veloz. El cuerpo le tembló como si su alma se hubiese ido y las cosas dejaran de tener sentido de ahora en adelante.

No se lo creía, ¡era imposible! Algo tenía que estar mal.
Eva seguía a su lado, era su amiga y nunca dejaría de serlo.
Una lágrima seguida de más surcó su rostro. «Los hombre no lloran», le aclaró alguna vez su padre. «Claro que sí, somos seres humanos con sentimientos, emociones, alegría, tristeza…», contradijo en su interior, tratando de no expulsar ese pensamiento en voz alta.
Eva, su linda Eva con rostro de porcelana y su cuerpo robusto y pálido, ¿qué se había hecho?
Ella seguía con él, en su corazón. Su mejor amiga por siempre, aquella joven que siempre musitaba para él: «Tú puedes.»

No sé porqué nunca me agrada mucho lo que escribo, pero bueno, espero que a otras personas sí, aunque ahora sea hetero 

2 comentarios:

  1. Hina, cariño... llevo día pensando en que te debo este comentario, pero por una cosa u otra se iba aplazando el momento.
    Esta historia ha sido dramática sin llegar a ser deprimente o destructiva, algo que en lo personal agradezco. Me sorprendiste con una historia hetero y te lo agradezco mucho, además de agradecer que la hayas hecho para la revista. Sabes que eres una de las maravillas que me han dejado los fic de TH.
    Un beso mi niña ♥

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    1. Mi querida, no me debes nada. De hecho, soy yo la malagradecida y no haber dejado un comentario aclarando mis agradecimientos hacia tu persona por haberme permitido dejar un pedacito de mí en la más fascinante de todas las revistas que conozco (TH Magazine). Realmente lo siento, pero el día que subí esto estaba con el tiempo ajustado y para los días que me esperaron, cero Internet. Creo que tú ya sabes u.u
      Me alegra que no te haya llegado a deprimir, porque en realidad estaba nerviosa con lo que había escrito y no sabía si estaba bien o mal y ni me dio tiempo para preguntarle a alguien si le parecía lindo lo que había escrito. Sinceramente creo que pude haber dado algo mejor, lo siento.
      Y...sí, la sorpresa también vino a mí al saber que había escrito algo sumamente diferente a lo que suelo en cuestión de categoría (hetero) *.* Y la verdad es que me gustó, tal vez opto por otro.
      Para finalizar, tu comentario me ha emocionado mucho, sobre todo cuando dices "maravilla" combinada conmigo. Eso es mucho para mí. Muchas gracias a ti y solo a ti por regalarme una tan linda oportunidad como la de escribir en la revista.
      Te adoro. Otro beso, princesa ♥~

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