jueves, 8 de noviembre de 2012

Defecto. (Tokio Hotel/Twincest)



Título: Defecto.
Categoría: Slash.
Autor: hina_serenity.
Rating: +16
Capítulos: 1.
Palabras: 2,738
Finalizado: Sí. 

Disclaimer: Esto es, en toda su palabra, sin ánimos de ofender. Puras fantasía mías. 

Defecto.
Capítulo único.

Tom lagrimea, inundado, en efecto, de toda aquella ola de malos sentimientos que lo absorbe con saña y una fuerza que él es incapaz de medir.

Pero ni siquiera la sensación más amarga y caliente a través de su garganta se podría comparar a ese momento tan inapetente. Nunca ha experimentado ese sentir que apretuja su pecho, hasta caer en la impresión de desear extirparlo y deshacerse por él mismo de todo vestigio de antaño para que aquello pare, ya no siga arrancándole lágrimas de dolor y arrepentimiento.


Porque Tom sabe algo: Que ahora se retira de la vida de aquella persona a la que quiso (desde que ambos compartieron un mismo seno en el interior de su madre) y probablemente lo sigue haciendo con cada fibra de su ser para formar una nueva vida absuelta de la suya, ya que está seguro de que no puede más con ese futuro tan incierto que le antepone a su ver ese ente del mal.

Los gritos se desvanecen a medida que él avanza con paso apresurado, maleta en manos y apenas con una alzada, indicando un adiós nefasto. Solo mueve la mano exánimemente mientras sus pies casi corren con destreza, aunque ni siquiera él pueda comprender cómo eso es posible y no cae de sopetón sobre el suelo, producto del acontecimiento que siente que todo da vueltas en su derredor.

 —Si te vas, joder, si te vas… ¡TOM, ESCÚCHAME!—Vociferando a voz en garganta, el gemelo menor no lo resiste más y solo con su feroz y enrojecida mirada amenaza sus posteriores advertencias que, en consecuencia, no presagian nada bueno—: Te lo juro… si te vas, nunca más volverás a saber sobre mí, nunca, ¿me oyes, joder? ¡NUNCA! ¿Qué sucederá con todo? ¿Con…con nuestra re-la…?

Se ve incapacitado de seguir pronunciando más vituperios de sus labios porque sabe que él mismo empieza a autodestruirse sin necesidad de que Tom apele con su voz en su, prácticamente, monólogo , hasta que cae en la cuenta de que éste no le hará caso al girarse sobre sus talones y empezar a andar, susurrando un 'adiós' exasperado y contraído.

—¿Qué sucede con lo nuestro? Dime. ¿Acaso, acaso todo a la mierda por esto?

—Todo a la mierda por ti, joder —se voltea a una velocidad inconcebible y refuta hastiado de la voz que le brama, de aquella cara, de su forma de ser, de sus errores…De todo. Porque le parece un error en su senda vida; no obstante y en algún interior del que todavía duda, sabe que no puede evitar amarle con cada fibra de su destruido de ser.
Las orbes avellana-pero ahora de tono rojizos leves-parecen salirse de las cuencas de Bill en cuanto escucha esas palabras pletóricas de odio, furor, y una mescolanza de sentimientos que, al menos para él, no podrían ser más que la gota que derrama el vaso. Y no porque le duela el significado o el matiz ofensivo de sus expresiones, sino más bien porque la persona no es la más indicada para escupírselo de ese modo tan soez en su rostro, y de la que nunca esperaría semejante inflexión ante él.

—¿Ahora resulta que yo soy el culpable de todo?

—¿Por qué mierda lo niegas?—aúlla, de pronto, la maleta zafándose de su agarre y volteando sobre su espacio para dirigirse a él, como si tuviese una idea renovada para proceder a continuación.

Bill agacha ligeramente la cabeza, avergonzado y a su vez atribulado bajo la mirada y las mejillas surcadas de lágrimas de Tom, quien empieza a atiborrarle de palabras inteligibles como si de ese modo le hiciese ver cuán equivocado a estado durante tanto tiempo en el que no ha sabido cometer más que error tras error.

Sin embargo, al sentir que esa opresión se dispersa, Bill alza la vista, e inmediatamente notando los ojos de su amor pugnados de un grupo de lágrimas él mismo siente desvanecerse, hasta palpar ese dolor que tanto se merece y que por eso mismo no hace tanta mella en su persona.

Ni siquiera se tarda en retrasar al mar de remembranzas que lo sumergen en una dimensión donde por fin puede actuar tras de su sentido común.

¿Cuántas veces le había perdido ya perdón? ¿Cuántas a falta de una?

Pero es que el problema se centraba principalmente en dos cosas: La primera, era que Bill siempre tenía el descaro de pedir perdón y perjurar una infinidad de veces que ya no volvería a cometer más erratas en su vida, cosa que él creía sin dudarlo ni dos segundos, ilusionado, y con esa mueca inocente; y segundo, era que desde luego cuando él decidía disculparlo en toda su extensión, Bill se confiaba y volvía a cometer lo mismo.

Esa era la línea del ciclo. Monótona, destructora y desagradable.

Él ya no lo resistía.

—No comprendo, Bill.

En medio de un programa de televisión que veían mutuamente a una hora pactada, pero que en ese día a Tom no le placía ver realmente, especialmente porque el día anterior Bill se había esfumado de la casa tal cual fugitivo, sigiloso y a hurtadillas, para tener una noche de juerga; bueno, como y hasta donde él lo definiría, porque para él era un inverso a su pensamiento.
En la cama matrimonial que compartían de vez en vez, Tom estaba distanciado por un especio nimio en contra de Bill, quien hasta ese momento había permanecido en absoluto silencio, demasiado entretenido como para quitar la vista de su programa, reincorporado sobre la cabecera, pero agregó, medio asustadizo y desentendido:

—¿Eh?

—No te hagas el loco. Sabes de lo que hablo.

—No te comprendo yo, Tom, más bien diría.

El menor de los gemelos tenía una especial táctica (que el rubio, por cierto, aun no lograba descifrar o analizar) para zafarse sin mayor problema de los caos acaecidos en cualquier ocasión, desde los más baladíes hasta los abismalmente lejos de ello; motivo que explicaba a la perfección el que Tom y él siempre estuviesen sonrientes y reconciliándose ilimitadas veces.

Pero esta vez Tom estaba preparado, al punto de no dejarse dominar psicológicamente por un juego palabras que se desviaban del canal que él trataba de imponer.

—No te hagas el loco—bisbiseó con la voz estrangulada, prácticamente—, no lo sigas haciendo. ¿Por qué te fuiste la noche anterior?

Un silencio incómodo se interpuso entre ambos, solo los sonidos de la televisión resonando en la recámara.

—Perdóname, Tom.

—No, dime por qué—exigió saber, formando su rostro en una mueca fruncida.

Él también arrugó el rostro. Por un momento olvidaron el entretenimiento que les había entregado la emisión diaria de la serie.

—No comprendo para qué comprar y despilfarrar todo tu dinero en esa mierda, que ingieres sin importar qué o cuándo, pero que luego, sí, sí, vienes en la noche a joderme, avergonzarme con tus amigos y con una violencia descomunal atacas a quien se te interponga, porque en realidad no entiendo ni una mierda cómo es qué funciona tu cerebro o qué sé yo en ese momento, y no dejas de joder en todo lo que resta de la madrugada.

Dio una larga bocanada que duró un rato largo y se alzó protestante de su puesto, y en el que Bill se debatió en agregar o no algo, pero que al fin y al cabo hizo lo propio, sin decir nada, limitándose a observar al contrario dubitativamente. Ahora no le había servido su jueguito.

—Por Dios—de pronto, Bill fue capaz de vislumbrar que el rostro de Tom estaba compungido y que sollozaba leve pero sollozaba. Se volvió a sentar, aparentando su calma inicial al tiempo que sobaba su sien adolorida—, no quiero que sigas haciendo estas cosas peligrosas, ¿te imaginas mi vida sin ti? Yo no quiero que me dejes y cuando haces esa especie de cosas implica que algo malo pueda sucederte, ¿o es…que tú quieres dejarme solo en este mundo así sin más? ¿Es así? —Le vio con los ojos lacrimosos y se acercó para posicionar ambas manos en su rostro, apretando.

Sin embargo, Bill, en contra de todo pronóstico, se doblegó de una risita, a la cual no le encontró pies ni cabeza, no comprendiendo de dónde salía ese humor en un momento así de serio.

—¿Por qué te ríes? —Entonces, muy a su pesar, tuvo la necesidad de alejarse, adherido de una parsimonia y gesto molesto que pocas veces presenciaba.

—Sabes que no, que nunca te dejaría y que te amo. Eres mi razón de vivir.

Tom sigue enfurecido, pero ahora su estado ha incrementado y Bill casi presiente que puede oler la inanición del otro, cómo decae y empieza a volver a llorar al igual que imita siempre que se siente desprotegido y pueril. En ese momento, no puede más que odiarse a sí mismo por cometer semejante atrocidad contra todo lo que tiene en este mundo, y claro, todo lo que tendrá el resto de su vida de seguir así.

Se aproxima con deliberada lentitud, tomando los delgados brazos de Tom, y zarandeándolo suavemente para hacerlo reaccionar de su trance de algún modo, tamizando muy bien en cómo actuar.

—Déjame, déjame—se exaspera, revolotea y al final, expira con todo ese tiempo de paciencia—. ¡Suéltame, te digo! Suéltame. —Sin embargo, su voz va perdiendo cadencia conforme quiere proseguir y Bill opta en su subconsciente por no liberarlo, tal como resuelve y hace.

—Perdóname, Tomi.

—¿Qué te perdone ante todas las cosas que he tenido que resistir? —se alza, en estado furibundo—. Humillación, deudas, peleas, dolor, furia… ¿Aun así tienes el descaro de pedirme disculpas?

—Ya no lo volveré a hacer.

—Siempre dices lo mismo. ¿Y cómo quedo yo? ¿Dónde están los papeles que aseguran ya no volver a cometer más errores? ¿Sabes qué, Bill? Te diré que toda, toda tu vida es un error. Todo me demuestra que yo no supe elegir buen partido al haberte autorizado el papel de novios.

Esas palabras han sido como un puñal en su rostro, en su corazón y en cada sensible zona que lo vuelve un ser más débil.

Pero está harto. Y las ganas de decirle todo aquello no han tenido igual, al grado en que tuvo que admitirlo todo.

De pronto, la densidad del momento se nubla por un manto de nervios, susurros por lo bajo, sollozos y lamentos casi inaudibles.

—Si eso es lo que piensas, ¿por qué me has resistido tanto desde el principio? ¿Por qué nunca me dejaste y te fuiste así sin más y tu sufrimiento del que tanto te quejas y hablas diera fin de ese modo…cruel pero justo para ti que no para mí?

Tom cierra los ojos fuertemente al ingresar esas horrísonas palabras en sus oídos, tratando por todos los medios de pulverizar los recuerdos sustituyéndolos por otros, inhalando y exhalando.

Sin embargo, es imposible, porque la retahíla de pensamientos recae sobre él como una llovizna tórrida y maligna sobre su seso, angustiándolo y al instante adentrándolo a una actitud de odio completo hacia él, o no sabe si realmente hacia su Bill.

Porque muchas veces él desgraciado que tenía por novio le había contado acerca de su afán por someterse a ese estadillo de 'plena satisfacción', donde todo cobraba una 'diafanidad' insuperable, que le recorría como combustible por las venas del cuerpo adrenalina, lo que, al final, lograba dominarlo para poder cometer locuras atroces sin ningún remordimiento que lo siguiera por detrás.

Bueno, esa había sido la explicación de un borracho adicto, que, en pocas palabras no tiene otro significado que el de sentirse rebosante de una complacencia y placer inconmensurable; cosa que, al fin y al cabo, él no puede comprobar ni mucho menos entender ya que su sentido común nunca le ha permitido llegar a sobrepasar esos límites.

Pero en realidad un ramalazo de emociones ambivalentes confluye de una manera u otro, otorgándole un pensar retórico y paradójico de su situación vivida, porque a la vez quiere lanzarse a sus brazos y dar manifiesto a menester de cariño, de su amor, sin embargo, que él le resguarda; mas no su amado a él; empero en Tom está arrancarle cada hebra de cabello a merced de su molestia en tantos años de sufrimiento por ese…ese 'desencanto encantado' que tiene a su vista.

Unos segundos transcurridos en los que no han dicho nada (porque no pueden más que todo), en el que la cosa parece estar pausada por arte de magia, reprimidos en ese mutismo incómodo.

Tanta tardanza ya no puede superarla, por lo que Bill rompe el silencio con un chasquido de lengua, provocando que Tom reaccione y opte por decir sus primeras palabras (tal vez no muy bien elaboradas) a causa del histerismo:
—E-eres…un idiota…un negligente sin oficio…odioso y desamparado al que solo yo conservo un irrisorio cariño que ni te imaginas y que por eso mismo pienso que no tomas en cuenta como a mí me gustaría…¿A caso no es suficiente para ti esa breve explicación? El decirte que yo te amo con esto—señala su corazón dolido y constreñidor—, y decirte que, todo daría porque por mucho abunda mi adoro por ti, mi afecto, mi aflicción cuando no piensas en otra cosa que no sea la de tomar, y me dejas aquí, sin nada, sin pensar con esa cabeza de pacotilla tuya. No eres un libre albedrío, déjame aclararte pues, Bill. Te quiero, pero siempre a mi lado, nunca que te vayas de mis manos, y siempre pueda protegerte como tú a mí…
»Yo aún no me siento capacitado para todas estas transformaciones, pero desearía por más que a Dios le pidiera, sanarte y curarte de esa enfermedad que te vuelve un empedernido, que te ataja la cabeza de pensamientos sin sentido, yo qué sabré o entenderé…pero por favor, cariño, deja ese vicio de lado para estar conmigo, solo nosotros dos…sin nadie más, perdurando en todos los sentidos… ¿a caso no lo deseas de ese modo?

Petrificado, se encuentra Bill, anonadado, sin palabra alguna acorde al momento para expulsar y expresar su sentir en ese momento, incluso, la cabeza la tiene rellena de nebulosos pensares que le privan de hablar al menos, vagando entre vertiginosas reflexiones y locuras.

Y Tom no sabe ni en su más mínimo consentimientos si en realidad Bill ha comprendido todo aquella verborragia de palabras anudadas y atropelladas, pero lo que sí tiene claro es que él ha dicho su veredicto a aquel al que tanto aprecio y a la vez desamor le tiene, que es lo más importante, aunque en realidad no llega a sentirse en su máxima extensión con aquella plenitud que tenía grabada.

-Fin-

Notas finales del capítulo:
Y bueno, realmente este no es el final que esperaba, pero...ojalá que les haya gustado c: !Besos a todos!~ 

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